ISSN: 1562-384X Año XXVIII / Número 86. Julio-Diciembre 2024 DOI: 10.32870/sincronia |
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Revista semestral de Filosofía, Letras y Humanidades | ||||||||||||
La problemática del sujeto desideologizado y la deslocalización de Santiago en Mala onda de Alberto Fuguet.The Problem of Deideologized Subject and the Placeless Santiago in Mala onda by Alberto Fuguet. |
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DOI: 10.32870/sincronia.axxviii.n86.11.24b | ||||||||||||
Gihoon Jeong Universidad Nacional de Seúl. (COREA DEL SUR) CE: jeff960308@snu.ac.kr https://orcid.org/0009-0004-5063-2900 |
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Recepción: 26/02/2024 Revisión: 09/05/2024 Aprobación: 13/05/2024 | ||||||||||||
Cómo citar este artículo (APA): En párrafo: En lista de referencias: |
Resumen. Palabras clave: Desideologización. McOndismo. Neoindividualismo. Deslocalización. Abstract. Keywords: Deideologization. McOndism. Neoindividualism. Placeleeness. |
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Introducción Sin embargo, la problemática de la ideología que evoluciona no desapareció del todo en el imaginario de la democracia liberal, sino que continúa metamorfoseando sus formas en el contexto de la democracia moderna. De esta situación deviene un punto de vista que puede revisar y analizar la tendencia de la despolitización de los años noventa en Hispanoamérica, sin necesidad de resentir que los sujetos despolitizados se encuentran fuera de críticas o de análisis por carecer de orientación. Fue un encubrimiento de la realidad la noción de que los fenómenos de la despolitización no tenían criterios propios para explicarlos, ya que habían derivado del fin de una época histórica. Si consideramos que la despolitización fue una postura política particular, entonces, la desideología sería su ‘posición ideológica’ propia. En los noventa, Alberto Fuguet fungió como símbolo de la despolitización en el campo de la literatura chilena. Fue en 1996, cuando Fuguet editó la antología McOndo junto con Sergio Gómez caracterizando la nueva tendencia de la narrativa latinoamericana de aquel entonces por su carácter individualista y privado, tal como lo afirmaban en el prólogo, “Presentación del país McOndo”: “El gran tema de la identidad latinoamericana (¿quiénes somos?) pareció dejar paso al tema de la identidad personal (¿quién soy?). Los cuentos de McOndo se centran en realidades individuales y privadas.” (Fuguet & Gómez, 1996, p. 13). No obstante, la mencionada tendencia individualista debería considerarse como un concepto múltiple. El individualismo no solo era una estética escogida por ellos, sino que también correspondía a un fenómeno social en el contexto de la sociedad de consumo, como afirmaba Gilles Lipovetsky: |
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[...] el derecho a ser íntegramente uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida, es inseparable de una sociedad que ha erigido al individuo libre como valor cardinal, y no es más que la manifestación última de la ideología individualista; pero es la transformación de los estilos de vida unida a la revolución del consumo lo que ha permitido ese desarrollo de los derechos y deseos del individuo, esa mutación en el orden de los valores individualistas. (1983, pp. 7-8). |
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Los individuos no pueden ni quieren verse reducidos a la colectividad y se identifican como tales, como individuos, invadidos por los productos de la sociedad de consumo y por los espectáculos sin sentido. Estos individuos no asumen su plena satisfacción de la libertad infinita. Bajo el símbolo de la libertad individual, la vanidad del deseo y la carencia de comprensión de sí mismos son lo real que amenaza el sistema simbólico del neoindividualismo. Podemos afirmar que el individualismo fue una postura social que dio origen a una corriente literaria que comprendió a los escritores ‘McOndistas’, por lo cual el prólogo de la antología tiene dos caras: de una manifestación y de una expresión de la desorientación[1] En el presente estudio, se analizan los motivos y los efectos de la desideologización en la capital chilena representados en Mala onda (1991), la primera novela de Fuguet. El escritor chileno escoge el periodo de antes y después del plebiscito nacional de Chile de 1980 como el tiempo en que transcurre el relato y escribe sobre el vagabundeo de Matías Vicuña, un chico santiaguino que es un estudiante de educación media. Mientras que 1980 es un año simbólico en la historia chilena, cuando Pinochet puede legitimar su dictadura por medio del triunfo del voto nacional, lo que expone Mala onda no es el centro del poder ni el destino de la nación; esta novela describe los bordes de la política, donde dicha política y la ideología pierden su sentido al tiempo que la gente persigue los placeres ligeros y la inmovilidad social solamente. Los santiaguinos en esta novela aparecen como sujetos despolitizados, con pocas excepciones. En primer término, se justificará que el concepto de desideologización es más pertinente para el análisis de esta novela que el de despolitización, el cual ha sido el concepto más usado para criticar esta obra de Fuguet. Enseguida, nos enfocaremos en la deslocalización propuesta en Mala onda. Fuguet describió la vida urbana de los adolescentes santiaguinos en su primera novela, y parece que fuera un esfuerzo para sustituir la imagen de Macondo por la conciencia de la vida modernizada que le habría parecido más realista. En la conclusión, se evaluará si el escritor alcanzó su propio objetivo, criticando la ignorancia del estatus social y el desinterés político. Aparición del sujeto desideologizado: destrucción del imaginario político |
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—Sí hay que virarse. Fugarse antes de que sea muy tarde. Aquí no pasa nada, ni va a pasar nunca. Menos ahora. Con esto del plebiscito y la Constitución y toda la macana, estos conchas de su madre se van a quedar a lo menos ocho años más y capaz que después se atornillen otro período. ¿Ocho años, más otros dieciséis? Suman veinticuatro, compadre. Es cosa seria, hot stuff, cero hueveo. Te puedes imaginar lo que eso significa. Y lo peor es que todos los huevones como tú van a votar que SÍ. —Yo no voto. Todavía no cumplo dieciocho... —Pero si los tuvieras, votarías que SÍ. No lo niegues. —Tendría que pensarlo. —Pensar qué huevón. Es por gente como tú que estamos como estamos. (Fuguet, 1991, p. 63,). |
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El tono despolitizado aparece repetidamente en esta novela como resultado de la estrategia narrativa con la que el autor describió a los que no podían encontrar valores políticos en uno de los períodos cruciales políticamente hablando. Sin embargo, Fuguet no pretende mostrar que la vida desideologizada sea la ideal. Hasta cuando expone que resulta imposible que los chilenos vuelvan a la vida anterior, no elogia al sujeto despolitizado. Entonces, al analizar esta novela desde la perspectiva de la despolitización, hay que enfrentar la dificultad de asignar un sentido particular a dicha despolitización, así como esta novela configura la existencia del sujeto despolitizado, pero describiendo sobre el vagabundeo y la vanidad inevitables. Aquí surge la necesidad de relacionar esta novela con la desideologización, lo cual se enfoca en un tema más particular, en lugar del amplio campo de la despolitización, cuyo sentido implica una posibilidad de dividirse en capas múltiples. Hay otra razón por la que la despolitización tiene límites para analizar Mala onda. El uso de este concepto ha comprobado que la despolitización es un término amplio (“umbrella term”), que no se identifica con una idea singular, sino que incluye varios fenómenos y otros conceptos, de manera que ciertos fenómenos que se han considerado relacionados con la despolitización colisionan entre sí. ¿Sería, entonces, un concepto que se relaciona con la ausencia de algún valor político entre la masa?, o ¿es un signo del triunfo del neoliberalismo como hegemonía dominante en el mundo occidental? Si se relaciona con la influencia del neoliberalismo económico estadounidense, su trasplantación al contexto chileno bajo el poder de Pinochet, ¿sería político o despolitizado? Aparecieron condiciones materiales en América Latina en las cuales hasta los latinoamericanos pudieron considerarse como cosmopolitas a partir de la generación de Fuguet. Para explicar este fenómeno, se podría mencionar la red del Internety la presencia de franquicias de empresas globales en este subcontinente, como Mcdonald’s y Macintosh de Apple, que se usaron como símbolo de la nueva narrativa de los años noventa en el prólogo de McOndo. Sin embargo, la despolitización literaria en Hispanoamérica consideró varias direcciones, algunas (como los autores del Crack) que no enfocaron casi nada de su obra sobre América Latina desde la despolitización, como En busca de Klingsor de Jorge Volpi ―sobre el tema del proyecto nuclear nazi―, al mismo tiempo que otras obras describían sujetos despolitizados de su entorno sociopolítico, como Mala onda de Fuguet. ¿Cuál sería el concepto de despolitización entre ambas direcciones? Aquí se encuentra una de las dificultades de la crítica desde el concepto tan amplio de la despolitización. Los elementos visibilizados e invisibilizados por la despolitización se diferencian entre los escritores. Se puede señalar que esta tendencia nueva en aquel entonces implicaba la invisivilización de lo local para Volpi, por ejemplo. Jorge Volpi, considerado como el líder del grupo Crack, explicando el carácter principal de la literatura de su generación, enfatizó el proceso de ‘desnaturalización’ de la literatura latinoamericana y apuntó que los escritores como él mismo o como Fuguet “no deben ser considerados escritores latinoamericanos” (Volpi, 2004, p. 35). Pero el hecho no es así. Lo local (lo nacional) ha sido un tema crucial para la escritura de Fuguet, en el sentido de que Fuguet siguió hablando de la vida en América Latina, a pesar de la transformación urbana. En esta línea, Volpi cometió un error de generalización sin ver la fuerte representación de la confusión política de la sociedad chilena ―y de otras sociedades latinoamericanas― ni la demolición psicológica del sujeto juvenil que describió Fuguet en su primera novela. A finales de los noventa, si Volpi había invisibilizado la América Latina despolitizada, Fuguet la hacía visible y designaba un contexto concreto, la capital de Santiago de esos años noventa, para novelar el perfil del sujeto desideologizado. En consecuencia, se puede considerar polémico el concepto de la desideologización. Históricamente, la definición de ‘ideología’ ha ido variando y esa diferencia existe sincrónicamente también. John Gerring (1997), politólogo estadounidense, apunta que el uso de este concepto resulta variable según criterios y contextos diversos. Si consideramos la relación del poder de una sociedad, el concepto de la ideología se refiere al sistema de normas y a la fuerza intelectual de la clase dominante que lo apoya, cuando este término opera como una manera de explicar lo simbólico autoritario (p. 970). Por el contrario, cuando los subordinados se apropian de este concepto, la ideología se convierte en una totalidad de ideas alternativas y en la voluntad de protestar contra el mundo predominante (p. 971). Históricamente hablando, Knight (2006, p. 622) anota que, después de la Segunda Guerra Mundial, la ideología se identificaba con el comunismo en la década de la posguerra. Mientras tanto, el debate sobre ‘el fin de las ideologías’ apareció en Estados Unidos en los años sesenta gracias al libro homónimo, El final de la ideología (1960)de Daniel Bell, y esta polémica terminó con el triunfo de la ciencia política que sustituyó a los ‘-ismos’ (p. 622). Conviene, entonces, considerar las ideologías como posturas y prácticas basadas en la creencia de que el sistema de valores de un individuo o de una colectividad puede producir efectos en el mundo real. Y en el contexto de Chile, la desideologización se caracterizaría por la pérdida del sentido del imaginario político que dominó los dos tercios del siglo XX. Tomás Moulian, sociólogo y politólogo chileno, ofrece una mirada al interior en Chile actual: anatomía de un mito (1997). Según Moulian, Chile acabó por recibir y adoptar el neoliberalismo como su ideología. Y la neoliberalización puede considerarse como desideologización en dos sentidos: primero, porque carece de un diseño positivo de la sociedad. En el caso de Chile, la base del poder que inició este proceso apareció como “una contrarrevolución, más precisamente, una reacción contra un movimiento popular ascendente, un movimiento que a priori carecía de positividad pero que estaba preñado de negatividad” (Moulian, 1997, p. 25). Segundo, porque el neoliberalismo presume una gran admiración por el presente, sin proyectos sociales que se relacionen con el pasado ni el futuro: “La imposición por una ideología utópica, el neoliberalismo, de una política a-ideológica, que no contiene proyecto, que es la petrificación absoluta de lo actual” (p. 58). En este contexto, Mala onda representa a los sujetos desideologizados. La carencia de valores es el carácter principal del padre del protagonista. El padre de Matías, que carece de responsabilidad en lo económico y moral como jefe de familia, vitupera a los burgueses que volvieron a Chile después de la huida al extranjero por el ‘temor rojo’ en el período de la presidencia de Allende. Son los que conducen BMW y Matías piensa: “Pero yo creo que no era una cuestión ideológica sino de envidia: de la envidia que siente por ese BMW azul-cobalto que se trajo el tío Sandro.” (p. 110). Su padre, símbolo de la generación adulta cuya ideología era derechista, se derrumba convirtiéndose en un sujeto consumidor vanidoso. Igualmente, el imaginario izquierdista se desmorona y se convierte en una imagen superficial copiada de los medios masivos de comunicación. El movimiento de la Unidad Popular de principios de los setenta se transmite por televisión y todo esto le parece a Matías como un entretenimiento o una moda, como citamos antes: |
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[…] no sé nada, solo conozco esos documentales contra la UP y todo el gobierno de Allende que dan en el Canal 7 y que a mí me parecen bastante entretenidos, en especial porque Chile se ve tan antiguo y en otra. Es como si fuera otro país, con otro look. (p. 46). |
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Aquí, desaparece la problemática de la autenticidad. Para Matías, no se puede encontrar ninguna conexión entre los movimientos izquierdistas e incluso la hostilidad de su padre no es auténtica. Todo el mundo se compone de significantes sin significados. Mientras tanto, Matías es uno de ellos, también. Es un personaje que encuentra la libertad en la cultura norteamericana con una postura consumidora y que no puede soportar la problemática de la existencia, lo real que le causa la vanidad: “la ‘existencialidad’ ambiental me agota” (p. 211). Esa desorientación, o no-orientación de Matías, lo lleva a lugares físicos y psicológicos donde no sentiría ninguna conexión con la sociedad ni con su existencia. Espacios deslocalizados en el Santiago desideologizado |
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Allí abajo, ni tan lejos, más allá de unas feroces casas tipo mediterráneo, está Santiago. Parece un montón de Legos iluminados, esparcidos al azar. Legos que se hubieran derrumbado después de un temblor. Se ve bien desde acá arriba. Una ciudad eterna. Todas esas lucecillas naranjas y amarillas, interminables, perfectas. Todo me resulta tan impactante —el efecto, el efecto, el efecto te hace mucho mal, lo sabes— que ese valle, esa meseta de la depresión intermedia que está a mis pies, me parece la más impresionante del mundo. (p. 74). |
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La imagen mental del protagonista sobre el paisaje de Santiago se caracteriza por su verticalidad. Aunque no está claro dónde Matías se queda observando la ciudad, en su conciencia se destaca una imagen de la ciudad como un panorama visto desde arriba. Según Christian Norberg-Schulz (1971), teórico del espacio y arquitecto noruego, la comprensión vertical sobre el espacio expresa el proceso de la construcción: “If verticality has something surreal about it, the horizontal directions represent man’s concrete world of action” [Si la verticalidad tiene algo de surrealista, las direcciones horizontales representan el mundo concreto de acción del hombre.] (p. 21). La ciudad ‘perfecta’, compuesta de edificios, simboliza el Santiago modernizado y el protagonista se sitúa fuera de él. La ciudad se halla ‘a sus pies’. Eso significa que Matías no se percibe como un participante que construya el mundo empírico. Por su parte, Edward Relph, también teórico del espacio y geógrafo, distinguió los niveles de la comprensión horizontal sobre el espacio, desarrollando el argumento de Norberg-Schulz que había definido el espacio horizontal como un espacio existencial. Según Relph (1976, p. 20), la calle adquiere una especial importancia, porque es “the basis of our experience of cities”. Con este énfasis del camino (path) por el cual se intercambian los significados y se forma la sensación de la comunidad, divide el lugar (place) desde el espacio abstracto, o geométrico.[2] Este teórico canadiense argumenta sobre los motivos que deconstruyen los lugares, que convierten dichos lugares en espacios ‘deslocalizados’. La cultura masiva (masscult) es otro factor que deslocaliza, o deshumaniza, los espacios en el mundo modernizado (p. 92). Entre las funciones de la cultura masiva que afecta los lugares, se mencionan el turismo que elimina el contexto de la vida de la comunidad preexistente, la Disneyficación (apariencia de numerosos parques de atracciones fantásticos) que invisibiliza los conflictos sociales y políticos en el mundo real, la museización (museumization) y la futurización (futurisation) que producen impresiones del pasado eternizado y del futuro omnipotente. La conciencia sobre los espacios urbanos en Mala onda se corresponde con la problemática de Relph, como otra característica de la representación de Santiago que sería la carencia de conexión geográfica y social. La metrópolis encubre la historia, el problema de las clases y la confusión de la sociedad santiaguina frente al plebiscito. La subjetividad de Matías está aplastada por el peso de la ciudad y no puede encontrar ninguna conexión. La única posición que le está permitida es la de observador, y la parte mayor de la novela describe eventos y pensamientos del narrador en lugares privados, como habitaciones de casa y de motel. Incluso cuando la calle, símbolo tradicional de publicidad y de conexión social, está llena de gente después del triunfo de Pinochet en el plebiscito, no se detallan los rostros ni las conversaciones entre los ciudadanos: |
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El Sí ganó con un 67,6 por ciento, y eso que nadie en la familia tuvo ánimo ni fuerzas para votar. La Alameda, por cierto, se llenó de gente que salió a celebrar frente al edificio Diego Portales. [...] Demasiada gente, montones de familias con niños y abuelos salieron a las calles a celebrar el futuro, a brindar por la seguridad, por la promesa de que ya nada malo vendrá. Ojalá sea verdad. En serio. Me gustaría creer que, ahora que la cosa se apaciguó, lo que nos espera es la calma. [... A]hora entendía mejor a los del Sí, a los que votaron por mantener todo igual, porque, ahora lo sé, lo que más asusta es el cambio [...]. (Fuguet, 1991, p. 311). |
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Santiago asume otro sentido en el nivel de la comparación internacional. Si se confronta con ciudades de Estados Unidos, Santiago es una ‘mala copia’ de la modernidad. El estatus metropolitano aparente de Santiago desaparece en la realidad concreta de Matías. Para el protagonista y sus amigos, su ciudad es un espacio donde el tiempo discurre lentamente, sin espectáculos. Paz dice a Matías: |
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—Tú deberías pegarte un viaje de verdad, que duela, que te sirva para cachar las cosas como son. No con tu profesora ni con esos pernos de tus compañeros.[3] Hay que ir solo. Recorrer USA en Greyhound, por ejemplo. Quedarse en pana en Wichita, comer un taco frente a El Alamo, dormir en un hotelucho lleno de vagos en Tulsa, Oklahoma. O ir a Nueva York, huevón; meterse al CBGB, cachar a la Patti Smith en vivo. Esa es vida, pendejo, no esto. Un día en Manhattan equivale a seis meses en Santiago. Regresar a Chile, loco, a este puterío rasca, bomb, con los milicos por todos lados y la repre, las mentes chatas, es más que heavy. (Fuguet, 1991, p. 62. Todo sin cursivas). |
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Los Estados Unidos en el imaginario del protagonista es el tema que se repite por toda la novela. Matías y sus amigos, como Nacho y Leigh, son personajes que se identifican a sí mismos con los jóvenes que pueden entender lo ‘provinciano’ de la vida en Chile: “[Nacho] habló de los cartuchos que somos todos, tan provincianos y trancados y prejuiciados, […]. Yo estaba totalmente de acuerdo con el huevón” (p. 85). Sin embargo, hay que dar atención al hecho de que el sentido de lo estadounidense se caracteriza por su ser ‘significante sin significados’. Los Estados Unidos, símbolo de un mundo alternativo para los santiaguinos de aquel entonces en la novela, no tiene ningún contenido concreto. En la línea citada, Nacho añade que Chile “se creía la California de Sudamérica, lo que daba aún más pena porque él sabía perfectamente cuáles eran las diferencias, eran tantas que ni siquiera valía la pena mencionarlas” (p. 82). Posiblemente, ellos no sabían nada de los Estados Unidos. Aunque Fuguet pasó su niñez en ese país, los personajes de Mala onda no habían tenido esa experiencia. La música pop o rock y las revistas importadas son meros elementos que soportan la imagen de la vida estadounidense. Desde un punto de vista, parecería que pudiera ser el tema de la novela esa vanidad de los adolescentes santiaguinos. Se trataría del aspecto crucial de la deslocalización fuera del mundo occidental: este proceso no sería una amenaza exterior que existiría fuera de la comunidad, sino que se encontraría en la mente de los chilenos, haciéndolos negar su propia localidad. Un estudio explica sobre este proceso de alterización de sí mismo (self-otherizing), enfocándose en la escena en la que Matías huele el ‘olor de Estados Unidos’, que está considerado como un ‘olor a progreso’ en una franquicia de Pumper Nic:[4] |
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El espíritu consumista invade a Matías por el sentido del olfato. El olor de fast food le sugiere la idea de libertad y progreso. Al mismo tiempo, el Pumper Nic, que es una cadena argentina de restaurantes de comida rápida, le recuerda la posición geopolítica de América Latina. La cultura de los años ochenta imitaba a los Estados Unidos, lo que se convirtió en una imagen sobre el ‘tercer mundo’. (Jeong, 2022, p. 50). |
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La atracción al ‘olor de los Estados Unidos’ refleja el deseo y la vanidad de Matías Vicuña al mismo tiempo. Aunque Mala onda alcanza a describir la vida urbana de los adolescentes santiaguinos que se identificarían como sujetos consumidores desideologizados, los sigue hastiando la marca de la vivencia en el ‘tercer mundo’. La mera creencia de que lo estadounidense equivale a la verdadera libertad es una fantasía. Sin embargo, se puede observar que lo imaginario del consumismo y del americanismo bajo el nombre de modernización alcanzó a invadir la mente de los santiaguinos, y Mala onda testimonia que la vida urbana en los espacios deslocalizados era una parte de Chile ya en los años ochenta. Conclusión: ¿reflexión o ignorancia de la realidad? Es una ironía que Fuguet nunca haya mostrado su visión política en sus obras, pero tampoco ofrece ningún estilo de vida alternativo en Mala onda. Y esa demolición existencial sucede no por un individuo inmoral, sino por la destrucción de la familia y la pérdida de las ideologías que configuran un futuro bajo la dictadura de Pinochet. En este sentido, Fuguet ha mostrado la historicidad de la despolitización en Mala onda, lo que sería la razón por la cual este escritor de los noventa habría elegido la década de los ochenta como espacio de su novela y que gracias a ello pudo conseguir tantos lectores jóvenes de aquel entonces. El valor de Mala onda se encuentra en el hecho de que esta novela representó en la literatura latinoamericana la vida urbana de sus contemporáneos, sin eternizar la historia ‘exótica’ del continente al gusto de los lectores y de los críticos extranjeros. Al mismo tiempo, en la novela no se describe la vida urbana como alternativa de la vida tradicional o la mejor manera de vivir. El escritor no ofrece una salida perfecta a los lectores ni a su protagonista. Habría considerado la mezcla de la posición geográfica de Sudamérica y del americanismo que produjo la desideologización y la deslocalización como elementos tan vertiginosos que habían podido provocar una esquizofrenia en la mente de los adolescentes. Si se examina este fenómeno como una realidad psicológica de los ochenta, Mala onda adquiriría un puesto en el realismo de la nueva narrativa chilena. Sin embargo, siempre existe el peligro de ignorar la realidad colectiva, o la realidad de otros, en una obra que enfoca lo privado. ¿Puede existir lo privado sin ningún contexto social? ¿No habrá algunos hechos que se encubren cuando lo privado se considera como la única realidad que se puede representar? Históricamente hablando, Pinochet utilizó diversas propagandas para deshacer el significado del socialismo o de los movimientos sociales que habían compuesto una gran parte de la historia de la democracia chilena. En este sentido, ¿no sería un tipo de ignorancia intentada por el gobierno considerar los movimientos de UP como una moda? Si consideramos que los espacios ‘deslocalizados’ en la novela suelen identificarse con los comerciales, las avenidas y los barrios de la parte nordeste de Santiago (Avenida Kennedy, La Costanera y Comuna de las Condes, por ejemplo), que han sido colonias de la burguesía santiaguina y el centro de la industralización, ¿se podría valorar que Mala onda descubre una nueva realidad que había estado oculta? O por el contrario, ¿no habría una posibilidad de que la concentración en la vida privada no fuera nada más que una expresión que el escritor pertenecía a la clase social en la cual podía mantener su vida privada protegida en la sociedad neoliberal? Es verdad que Mala onda fue una novela que alcanzó a criticar el Macondismo en la industria y la academia de la literatura latinoamericana llamando gran atención. Al mismo tiempo, Fuguet tiene una especial importancia porque se quedó en Chile, y porque siguió escribiendo sobre Chile, sin vivir fuera de su país natal ni emprender una aventura ficcional fuera del continente. No obstante, es un escritor ante el peligro de ignorar la realidad colectiva. En caso de Chile, los problemas de tortura, desaparición, inspección y opresión que siguieron a través de los años ochenta. Y el centro de Santiago que se articula a lo largo de la Avenida Libertador Bernardo O’Higgins siempre ha sido un lugar lleno de sentido político, social e histórico, con las manifestaciones por los derechos humanos. Por eso, quedaría como un trabajo pendiente de los escritores posteriores a Mala onda el ajustar la estética entre la aceptación de la condición desideologizada en la vida urbana y la resistencia contra el poder que había creado esa condición. |
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Referencias Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). (2010). Diccionario de americanismos. Obtenido el 31 de enero de 2024 de https://www.asale.org/damer/perno Fuguet, A. (1991). Mala onda. Santiago: Aguilar Chilena, 2003. Fuguet, A. & Gómez, S. (1996). Presentación del país McOndo. En A. Fuguet & S. Gómez (Eds.), McOndo (pp. 9-18). Barcelona: Grijalbo Mondadori. Fukuyama, F. (1989). The End of History? The National Interest. (16) 3-18. Gerring, J. (1997). Ideology: A Definitional Analysis. Political Research Quarterly. 50(4). 957-994. Jeong, G. (2022). La problemática del individuo enfrentado a su nacionalidad, en las obras de Alberto Fuguet de los años noventa. Tesis de maestría. Universidad Nacional de Seúl, Seúl. Knight, K. (2006). Transformations of the Concept of Ideology in the Twentieth Century. The American Political Science Review. 100(4). 619-626. Lipovetsky, G. (1983). La era del vacío: ensayos sobre el individualismo contemporáneo. (Trad.) J. Vinyoli y M. Pendanx. Barcelona: Anagrama. Moulian, T. (1997). Chile actual: anatomía de un mito. Santiago: LOM. Norberg-Schulz, C. (1971). Existence, Space and Architecture. Nueva York: Praeger. Plaza, C. (2008). Diálogo de la lengua: mano a mano entre Fernando Iwasaki y Edmundo Paz Soldán. Quorum.(20). 94-107. Relph, E. (1976). Place and Placelessness. London: Pion. Volpi, J. (2004). El fin de la narrativa latinoamericana. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, (59). 33-42.
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[1] Sin embargo, no pocos de los autores incluidos en la antología McOndo se desmarcaron de los postulados del prólogo e incluso se quejaron de no haber podido leerlo antes de la publicación. Así lo afirma Edmundo Paz-Soldán: “Hay que recordar que, en 1996, cuando salió la antología, algunos de los escritores que figuraban en ella se desmarcaron por la ferocidad del ataque, porque el prólogo no fue consultado con los autores y porque las críticas fueron durísimas. Nos llamaron «chiquillos vendidos a la cultura popular norteamericana» y «alienados».” (Plaza, 2008, p. 99). [2] “[Paths] radiate from and lead towards nodes or centres of special importance and meaning which are distinguished by their quality of insideness. These are places. This pattern of places paths and districts is repeated in some form at all the levels of existential space. Sometimes it corresponds directly to the physical features of the landscape—roads, buildings, vistas; sometimes it corresponds to mythical phenomena, such as paths to heaven and hell or the sites of mythical events; and sometimes it reflects particular intentions or biases, such as an architect’s concern with buildings. In short, the structure has no fixed orientation or scale, but reflects the interests and concerns of the cultural group of which it is an expression” (Relph, 1976, pp. 21-22). [3] El término “perno” es un chilenismo: “3. adj/sust. Ch. Referido a persona, torpe, inútil. pop.” (Asociación de Academias de la Lengua Española, 2010). [4] “El Pumper Nic está lleno, como todos los sábados. El aroma a papas fritas, a grasa, me penetra. Me gusta. Es el olor de Estados Unidos, pienso. Olor a progreso. Me acuerdo de Paz, me acuerdo de Orlando y Disneyworld, de Miami, del McDonald’s y el Burger King y el Kentucky Fried Chicken y el Carl’s Jr. y el Jack in the Box. El Pumper Nic —el nombre me parece patético, demasiado tercermundista— no está tan mal pero es una mala copia, eso está claro. No es auténtico” (p. 100). |
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Universidad de Guadalajara Departamento de Filosofía / Departamento de Letras |
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