ISSN: 1562-384X Año XXVIII / Número 86. Julio-Diciembre 2024 DOI: 10.32870/sincronia |
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Revista semestral de Filosofía, Letras y Humanidades | ||||||||||||
La Unidad y Totalidad en Hegel. Culminación de la Epistemología moderna: la disolución del objeto en la necesaria fusión con el sujeto.Unity and Totality in Hegel. Culmination of modern Epistemology: the dissolution of the object in the necessary fusion with the subject. |
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DOI: 10.32870/sincronia.axxviii.n86.6.24b | ||||||||||||
Luis Moreno Diego Facultad de Derecho y Filosofía. Universidad de Colima. (MÉXICO) CE: moreno_diego@ucol.mx https://orcid.org/0009-0006-4896-6906 |
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Recepción: 20/04/2024 Revisión: 30/04/2024 Aprobación: 16/05/2024 | ||||||||||||
Cómo citar este artículo (APA): En párrafo: En lista de referencias:
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Resumen. Palabras clave: Modernidad. Epistemología. Sujeto. Objeto. Verdad. Abstract. Keywords: Modernity. Epistemology. Subject. Object. True. |
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Introducción. Una revisión epistemológico-ontológica que pretende dar cuenta de la situación-transformación de las realidades que intervienen en el proceso de conocimiento desde la estructura y cultura de la modernidad, misma que ha marcado la forma de entender, de vivir y soportar las estructuras cognoscitivas de los seres humanos de occidente, no puede privarse de la observación de la estructura y procedimiento hegeliano, la cual, nos aparece coincidente con la culminación –real o ideológica alemana– de la etapa moderna de la Filosofía, según la clasificación de las etapas que ha implementado-impuesto la visión europea de corte mayormente germánica. Ahora bien, ¿La realidad cognoscible es realmente existente, objetivamente diferente de la realidad antropológica cognoscente? ¿Ambas entidades mantienen su independencia y diferencia ontológica en dicho encuentro de conocimiento, o terminan identificados mediante tal proceso, o más aún, siempre están integrados en una unidad-totalidad cosmológica? La Filosofía en la primera mitad del s. XIX. |
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En el mundo filosófico alemán de la primera mitad del siglo XIX surge uno de los más extraordinarios florecimientos de la especulación metafísica que se han producido en la larga historia de la filosofía occidental. Nos encontramos con una sucesión de sistemas, de interpretaciones originales de la realidad y de la vida e historia del hombre, que poseen una grandeza que difícilmente puede discutirse y que son aún capaces de ejercer, sobre algunas mentes por lo menos, un extraordinario poder de seducción. (p. 15) |
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Precisamente aquí encontramos a George Wilhem Friedrich Hegel (1770-1831) con quien: |
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[…] el idealismo alemán alcanza su punto culminante. Con un portentoso y universal dominio del saber en el campo de la naturaleza y en el de la historia, con una profundidad de pensamiento genuinamente metafísico y con un tono de radicalidad muy característico en él, Hegel acomete la empresa de mostrar el ser, en su totalidad, como una realidad espiritual y como una creación del espíritu. (Hirschberger, 1986, p. 256). |
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El idealismo alemán.
Grupo de autores y planteamiento-corriente filosóficos que va a pretender notablemente conformar una visión filosófica sistemática, coherente y que, a diferencia de Kant, afirma y soporta tal visión en el fundamento del ser, centrando tal visión en la totalidad del ser, como principio y elemento unitario de la existencia. El movimiento aludido, apuesta por la metafísica, estableciendo las relaciones de la metafísica con las ciencias, supera en profundidad y fuerza especulativa los grandes sistemas del s. XVII y XVIII, recibe la denominación de –filosofía alemana– y se torna en una filosofía del espíritu, eminentemente especulativa y abstracta, inspirada por un alto idealismo ético y metafísico, con elementos incluso conservadores, como la pretensión del reposicionamiento de los viejos valores de la verdad, de la moralidad y de la religión, dada la conciencia personal-grupal de ser continuadora de la tradición filosófico-espiritual de occidente. (Hirschberger, 1986, p. 161). Notas hermenéuticas acerca de Hegel. Independientemente de la adhesión y/o conformidad con el pensamiento filosófico hegeliano que pueda tenerse, se impone como necesario evidenciar los elementos innegables del mismo, efectivamente, las notas de genialidad, sistematicidad y originalidad, son tres notas que encarna brillantemente Hegel en su planteamiento, exposición y pretensión filosófica. Quizá la sistematicidad y coherencia lógica sea un elemento que derive en complejidad y cierta obscuridad para el acceso cognoscitivo del pensamiento de Hegel, a lo cual se une la genialidad y profundidad para abordar la pretendida explicación totalizante de la realidad desde la perspectiva, nada ligera, de la metafísica. Todo ello culmina en la construcción de un sistema filosófico creativamente original, donde convergen elementos varios del saber, mismos que esbozamos a continuación. Primeramente, elementos lingüísticos. Una gran importancia en la formación de Hegel, posee el conocimiento lingüístico, recordemos que Hegel recibe una rica formación lingüístico-literaria en su infancia. Efectivamente, contando con apenas cinco años, es incorporado a la Escuela de Latín e inmediatamente después, de 1780 a 1788, con apenas 10 años, frecuentó el Gimnasio, donde adquirió conocimientos sobre las lenguas antiguas, específicamente griego y latín, además de conocimientos literarios y conocimientos en los distintos campos del saber. (Coreth, 1987, p. 63). Secundariamente, elementos teológicos. Después de su estancia en el Gimnasio, contando con 18 años, Hegel ingresó al Seminario de Tubinga, donde cursó dos años de estudios filosóficos y tres años de estudios teológicos.[1] Es hermenéuticamente necesario, detenernos aquí, para precisar un elemento de importancia central para la adecuada comprensión de Hegel, a saber, Hegel fue teólogo, piensa como teólogo y su fondo teológico en ningún momento está fuera de su planteamiento filosófico, ni político, ni jurídico; por supuesto que ello no resta valía, seriedad ni cientificidad a su planteamiento intelectual, quizá, por el contrario, dinamice y otorgue la creatividad-originalidad aludida en Pinas anteriores. Evidenciemos un elemento de tal aseveración acerca de la incidencia teológica. Como es sabido, la Biblia cristiana, se divide en dos grandes partes, Antiguo testamento y Nuevo testamento, el Nuevo Testamento a su vez, según el análisis y crítica literaria, se subdivide en Libros históricos, Libros didácticos y Libro profético; los Libros históricos del Nuevo testamento se subdividen en cuatro Evangelios y el libro de los Hechos de los apóstoles; ahora bien, según la Tradición y Teología bíblica cristiana, el evangelio de Mateo fue escrito por una escuela de formación judía donde posiblemente participaba el apóstol Mateo, por lo cual la autoría comunitaria eligió el nombre de Mateo como autor del evangelio tal y teniendo como destinatarios del mismo a la comunidad judeo-cristiana y algunos griegos siríacos; el evangelio de Marcos en cambio, es escrito por Juan Marcos, un discípulo de las predicaciones de Pedro, teniendo como destinatarios a los cristianos gentiles perseguidos en Roma; el evangelio de Lucas, por su parte, es escrito por un sujeto con el mismo nombre, de profesión médico, quien redacta con base en la predicación del apóstol Pablo, teniendo como destinatarios a los griegos y gentiles; por último –y es a donde se pretende llegar-, el evangelio de Juan es escrito por el apóstol que lleva el mismo nombre, junto con la comunidad de Alejandría y teniendo como destinatarios a la comunidad griega culta, conversa al cristianismo. (Garza, 1995, pp. 74-75); (Dufour, 2001, p. 15); (Boff, 1985, pp. 19-20). De estos cuatro evangelios (y por ello la mirada expositiva a estos elementos bíblico-teológicos), evidentemente el preferido de Hegel, es el evangelio de corte intelectual, el evangelio de Juan, recordemos que el apóstol Juan, es muy posible, haya tenido cierta formación filosófica en la Escuela de Alejandría –en aquel siglo I d.n.e., todavía con cierta pujanza–, y sobre ello, algunas cuestiones parecen ser de radical importancia hermenéutica en torno a Hegel, siendo una de ellas, la siguiente, el prólogo del evangelio de Juan inicia con un tono literario análogo al Libro del Génesis, (primer libro de la Biblia), haciendo alusión a otro nuevo principio, al renacer de la historia, inicia así: En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios (Jn 1,1) (A.V., 1975, p. 1500). En esta parte, el evangelio aludido retoma toda la riqueza de la figura del Logos (traducida como Palabra en el texto joánico) de la antigua Escuela de Alejandría, misma que parece ser, atrae la atención del intelectual Hegel en su juventud y estancia en Tubinga, al grado de que es fundamental la presencia de la categoría implícita del Logos en el sistema hegeliano, específicamente lo que deriva del texto y hermenéutica de Jn 1,14: Kαι ό λόγος ξαρχ εγενετo.[2] Precisamente esta idea del Logos que adviene a la existencia humana parece impactarle a Hegel, recordemos que el sistema hegeliano, inicia con una Idea que sale de sí misma, se integra al devenir histórico, en un proceso dinámico, pasando por la Lógica, la Filosofía de la Naturaleza y los tres momentos de la Filosofía del Espíritu para buscar finalmente retornar a sí misma, puede decirse, a semejanza del Logos del evangelio que sale del seno del Padre, se hace carne y redimiendo-retomando consigo a la humanidad, regresa al Padre. Es por ello que, precisamente se afirma que Hegel está profundamente imbuido por la incidencia teológica, específicamente por la teología joánica del Logos. Elemento que para una pretendida cabal comprensión de Hegel debe tenerse presente. En tercer lugar, elementos científicos. En el principio de siglo XIX, el común social piensa desde parámetros científicos, el fenómeno eminentemente atractivo de la ciencia permea todos los estratos y estructuras cognoscitivas del ser humano en su última expresión de la etapa moderna; los autores idealistas del espacio alemán no son la excepción, pareciere no encontramos un autor-filósofo moderno, que no estuviese afectado por la visión científica, y en varios casos, con mayor precisión, cientificista. Ello tiene razones y motivos históricos que nos lo explican, situemos. El principio del siglo XIX está situado ideológica, histórica y epistemológicamente después de siglo XVIII, del siglo XVII y de siglo XVI, es decir, está después de Giordano Bruno, Copérnico y Kepler, así como de Galileo y Newton. Efectivamente, un nuevo paradigma, el paradigma científico se empezó a entretejer durante el siglo XVI, asimilando-superando-desechando la cosmovisión aristotélica-ptoloméica heredada de la tradición, se apostaba ahora por el heliocentrismo, Copérnico (1473-1543) dedujo que la tierra giraba alrededor del sol y no al revés, Giordano Bruno (1548-1600) afirmó la infinitud del universo y Kepler (1571-1630) demostró que el movimiento planetario no es circular sino elíptico. Por su parte, Galileo (1564-1642) contribuyó con explicaciones cosmológicas, desencantadas del ingrediente teológico, solamente con explicaciones naturalistas, y finalmente, este nuevo paradigma, llamado científico llega a cierta madurez con la teoría mecánica de Newton (1643-1727). (Mansour, 2016). Sin embargo, junto a esta conformación neo-paradigmática, una teoría que probablemente haya influido mayor y directamente en Hegel, es la Teoría evolutiva, misma, que si bien, ordinariamente es atribuida a Charles Darwin (1809-1882), es una teoría que se inicia en el siglo XVIII por un grupo de investigadores naturalistas y que se sistematiza y publica primeramente por Linneo (1707-1778) en el año de 1735, bajo el título de Sistema Naturae, teoría que siguió desarrollándose posteriormente, apareciendo el concepto de clasificación natural, a propósito de la selección natural de las especies animales, a través de autores como Buffon (1707-1788) y Lamarck (1744-1829) entre otros, así fue avanzando la teoría evolutiva, logrando una exposición sistemática. (Collado, 2016). Precisamente, si bien es cierto que aun cuando Darwin es contemporáneo, pero mucho menor a Hegel, también es cierto que, contemporáneos a él son Buffon y Lamarck y, además, que la teoría evolutiva, constituía una idea que, a manera de nube, deambulaba por toda Europa, estacionándose mayormente en los círculos intelectuales y aún con mayor aceptación-admiración por los intelectuales ilustrados. Por ello es que, un elemento hermenéutico, detonante en la filosofía hegeliana es la visión evolucionista de la existencia, efectivamente, para Hegel, nada es estático, todo está en movimiento, de hecho, la idea –como elemento central de su sistema dialéctico- es dinámica, más aún –en sintonía con Heráclito-, ella, la idea, es el movimiento, es decir, el ser, en el fondo, el ser es el movimiento. Finalmente, elementos filosóficos. Algunos elementos filosóficos, son necesarios para la adecuada comprensión del pensamiento filosófico de Hegel. Por supuesto, hay que tener en cuenta los elementos del ingrediente filosófico de corte eminentemente kantiano, en correspondencia-diálogo-discusión con Fichte y Schelling y proyectando, así como siendo de alguna forma, parte de la corriente –ya contemporánea- denominada existencialismo. El existencialismo es una corriente del pensamiento filosófico que se sitúa entre los siglos XIX y XX, mayormente en este último. Varios son los autores y temas específicos de esta corriente, más que presentar tales temáticas y autores en la presente investigación, se evidencia la relación temática de Hegel, con la dinámica del existencialismo, sólo en un punto que dinamiza y nos permite comprender mejor la filosofía hegeliana. Hegel, en sentido estricto no es, no está en el existencialismo, sin embargo, la idea de la esencia que adviene a la existencia previa y dada, soportante y posibilitante esta última de aquélla, ya está presente en Hegel; la idea de que el humano no tiene una esencia que le determine a ser o a comportarse de una manera concreta, sino que él mismo es su propio hacerse, su propio existir, ya está incipientemente en Hegel. Así se conjunta una visión evolutiva y auto-perfectiva en la dinámica existencial de la dialéctica hegeliana. El sistema hegeliano.
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Esto implica que el pensamiento debe comenzar por la formulación de los conceptos más abstractos del fenómeno, servirse de éstos como guía para unificar y organizar los materiales empíricos y, finalmente, presentar el resultado rico y articulado en conceptos concretos. Este movimiento puede representarse formalmente –y ésta es la formulación que ha corrido con mejor suerte en los manuales de filosofía-, como tesis-antítesis, síntesis, pero es evidente la pobreza de esta expresión que, por otra parte, pasa por alto el significado real de la filosofía hegeliana. (Bates, 1975, p. XVI) |
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Constituiría un gran equívoco confundir el hecho de que, por ser el derecho natural o derecho filosófico diferente del positivo, habrían de ser opuestos y contradictorios entre sí; más bien aquel se encuentra respecto a éste en la relación en que están las Instituciones con las Pandectas. (p.80). |
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Un elemento central en la teoría jurídica hegeliana, es el tema de la libertad, el cual sitúa en el ámbito del derecho en general, en lo espiritual, con mayor exactitud, en la voluntad, en una voluntad libre y es en este tema, donde Hegel pronuncia la conceptualización-definición jurídica: “[…] el sistema del derecho es el reino de la libertad realizada, el mundo del espíritu producido a partir de él mismo como una segunda naturaleza” (p. 96). En esta exposición temática, Hegel, nos presenta la temática clásica de su autoría, el ser-en-sí o ser-para-nosotros, y ser-en-sí-y-para-sí; nos expresa que: |
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[…] la finitud consiste en que lo que es algo en sí o según su concepto es una existencia o apariencia diferente de aquello que es para sí; así, por ejemplo, el espacio es en sí la abstracta dispersión de la naturaleza, mientras que el tiempo lo es para sí. (p. 118). |
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De esta manera, la separación del ser-en-sí y del ser-para-sí que existe en el mundo finito constituye al mismo tiempo su simple existencia o su aparición. Junto al tema anterior y utilizando ese concepto de en-sí y para-sí, integra el tema de la libertad, desarrollando en su método lógico-filosófico, lo que no es la libertad, para culminar en la libertad jurídica y ética. Ante lo cual, expresa que el arbitrio es, libertad de la voluntad, en donde se contiene una libre reflexión, que se abstrae del contenido y de la materia, así el arbitrio es el término medio de la reflexión entre la voluntad como simplemente determinada por los instintos naturales y la voluntad libre en sí y para sí. Por ello, Hegel critica fuertemente la noción de la libertad en el sentido de que se puede hacer lo que se quiera, pues ello es la gran expresión de una total carencia de formación del pensamiento, en la cual no existe aún idea de la auténtica visión de la libertad ni de ella en el derecho y la eticidad, lo que él llama, la libertad en sí y para sí (p. 126). Precisamente, en este momento de la obra, realiza una dura crítica de la metafísica wolfiana, la cual, bajo el tema de libertad, dice Hegel, realmente habla del arbitrio, dejando al margen el tema de libertad. Posteriormente a las expresiones parciales de libertad, Hegel, concluye sobre la misma, como aquello consistente en la universalidad que se determina a sí misma, la voluntad que se auto-determina. Seguidamente, se plantea el problema de la libertad en el derecho, expresando en efecto que el derecho es en general, la existencia de la voluntad libre, es la libertad en cuanto idea, misma que se despliega sobre sí misma y que explica, interponiendo y recordando en una inclusión literaria el concepto de Derecho kantiano: “la limitación de mi libertad o arbitrio para que pueda coexistir con el arbitrio de todos según una ley general” (p. 156). Continúa ahora, explicando el despliegue de la idea de libertad en el derecho, el cual siendo algo sagrado en general, nos dice Hegel, es la existencia del concepto absoluto, de la libertad autoconsciente, este se presenta en el despliegue del concepto de libertad, dado que, recordemos, cada uno de los momentos y determinaciones de la idea constituyen un momento evolutivo de la misma, así, cuando se dice de la contraposición de la moralidad, de la eticidad, frente al derecho, se entiende el derecho en su sentido formal, en su personalidad abstracta, en otro sentido, la moralidad, la eticidad, el interés del estado, cada uno de ellos es un derecho peculiar en cuanto figura, determinación y existencia de la libertad. (p. 158). Ahora solo hace falta el concepto-método-estructura de fondo, la dialéctica, la cual es concebida como el principio que dinamiza el concepto y no sólo ello, sino también, es el productor de toda la dinámica; por lo tanto, dialéctica:
La forma adecuada de concebir la dialéctica es mediante la concepción y realce de la determinación no sólo como límite y oposición, sino, a partir de ella, la concepción y realce del contenido positivo y el resultado donde la idea es únicamente despliegue y progreso inmanente. Por lo tanto, la dialéctica no radica en un hacer exterior de un pensar subjetivo, sino en el alma propia del movimiento, del contenido; es la idea que se despliega sobre sí misma, y aquí es precisamente donde está el espíritu en su libertad, la más alta cumbre de la razón autoconsciente que se da realidad y se forma como mundo existente (p. 162).
El aforismo hegeliano, como expresión de la conjunción sujeto-objeto. La dinámica sujeto-objeto que genéricamente se ha venido presentando, llega a un punto culminante en Hegel, dado que el elemento ontológico real, existente en otro momento de la historia –quizá cuando se pensaba que la verdad existía independientemente de la percepción-captación por parte del sujeto– es subsumido e identificado de alguna manera con el sujeto cuando Hegel fusiona la idea con el devenir de la idea en la existencia histórica, es decir, se realiza una fusión integradora de la entidad ideal, en cuanto única substancia (la idea-entiéndase, sujeto) y la realidad existencial de esa idea, o encarnación de esa idea, a través de la historia (Naturaleza, el ser en devenir-entiéndase objeto). Por ello, como él lo manifiesta, el ser y el pensar, ahora son lo mismo, dado que lo que es racional es real y lo que es real es racional, según se observaba en el aforismo hegeliano, que se reportaba situado en el Prólogo de la obra, motivo del análisis doxográfico. Conforme al siguiente esquema: Fuente: Elaboración propia Efectivamente bajo el principio de unidad-totalidad hegeliana, culminamos en el acontecimiento de la identidad, donde las partes se suman, o mejor dicho son absorbidas, integrando la unidad substancial única, pretendida por Hegel, –recordemos que, para Hegel, sólo una es la substancia existente–, asistimos a la fusión del proceso (elemento formal) y del contenido (elemento material) en una sola realidad, substancial y dinámica existencial. Por lo tanto, en la búsqueda de la pretensión de la presente investigación parecen evidentes los elementos para afirmar la extinción del elemento ontológico, el objeto, integrado y asumido ahora en la subsunción por parte de la realidad racional del sujeto. Conclusiones. Así pues, la verdad se establece y se soporta bajo una relación de igualdad sujeto-objeto, donde la expresión lingüístico-intelectual del sujeto es expresión fiel y clara que transparenta la realidad ontológica del objeto, y en el momento que no corresponde con ésta, adolece de no-ser-verdad, puesto que no existe relación de correspondencia entre el decir y el ser, del sujeto y del objeto respectivamente. En el planteamiento de Santo Tomás, no se encuentra la pre-eminencia o prioridad ontológica de ninguno de los dos elementos presentes en el fenómeno cognoscitivo, lo cual posibilita el conocimiento construido por el sujeto cognoscente, con base en –y de alguna manera determinado por– el objeto cognoscible. Nótese que, ni el sujeto construye arbitrariamente su propio objeto de conocimiento, ni el objeto se impone como tal al sujeto que conoce, sino que se implementa la adaequatio, es decir, la relación de adecuación o conformidad, entre el sujeto racional que implementa la intelección y el objeto aprehensible con toda su apetecibilidad ontológica. Por otra parte, en el planteamiento kantiano, la relación sujeto-objeto, no se extingue, pues Immanuel Kant pretende superar un objetivismo craso que percibe e identifica en la estructura cognoscitiva medieval y reivindicar por lo tanto el sujeto humano. De esta manera, si bien es cierto que, el objeto no es extinto, si es notablemente disminuido, dado que, al situar al sujeto humano como centro, el objeto pasa a ser y estar en la periferia y además, dado el planteamiento filosófico trascendental, dicho objeto pasa a ser un constructo epistemológico constituido categorialmente mediante la ‒apercepción trascendental‒ ontológicamente constituido por el sujeto cognoscente, es decir, el objeto es parcialmente desvanecido, dejando puerta abierta a la preponderancia del sujeto, del cual ahora dependerá la definición y apreciación de lo que es y de lo que no es, por lo tanto, la verdad dependerá del sujeto. Es aquí, donde el soporte ontológico de la verdad, da paso a un soporte epistemológico de la verdad, y precisamente el planteamiento epistemológico es aquel elaborado por el sujeto humano y por ello depende de él, sin referencia ontológico-objetual alguna, pues si el objeto ya ha sido disminuido y de alguna manera constituido por el sujeto, dicho sujeto humano, no tiene por qué atenerse a objeto alguno independiente del pensamiento humano, es así que, la objetividad ontológica se desvanece (Moreno, 2024) Culminando con el planteamiento hegeliano, puede encontrarse que la dinámica centrada en el sujeto, iniciada por Kant, es culminada por Hegel, pues al identificar sujeto-objeto en el proceso epistemológico, realmente y en el fondo, Hegel está confirmando a Kant, centrando todo en la ratio humanae, pues todo va a estar a expensas del pensamiento del sujeto humano, el decidirá lo que es, lo que no es y definirá como criterio último, la verdad, el bien y por lo tanto toda realidad, o elemento que pretenda ser real. La dinámica centrada en el sujeto, iniciada por Kant, es culminada por Hegel, pues con la afirmación del aforismo: lo que es real es racional y lo que es racional es real en su Filosofía del Derecho, identifica sujeto-objeto. Así, por lo tanto:
Aquí las bases epistemológico-ontológicas con las que se las tiene que ver el siglo XIX y sobre las cuales se conforma y asienta el siglo XX.
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Referencias A.V. (1975). Biblia de Jerusalén. Desclee de Brower: Bilbao. Bates, J. G. (1975). Filosofía del Derecho (Prólogo). México, D.F.: UNAM. Boff, L. (1985). Jesucristo el Liberador. Ensayo de cristología crítica para nuestro tiempo. Santander: Sal Terrae. Copleston, F. (2004). Historia de la Filosofía, 7. Barcelona: Ariel. Dufour, J. L. (2001). Lectura del evangelio de Juan. Salamanca: Sígueme. Coreth, P. E. (1987). La Filosofía del siglo XIX. Barcelona: Herder. Garza, C. J. (1995). Escucha Israel. México, D. F.: Ediciones UPM. Collado, S. C. (25 de Noviembre de 2016). Teoría de la evolución. https://www.philosophica.info/voces/evolucion/Evolucion.html Hegel, G. W. (1975). Filosofía del Derecho. México, D. F.: UNAM. Hegel, G. W. (2015). Fundamentos de la Filosofía del Derecho. México, D. F.: Fontamara. Hegel, G. W. (2017). Fenomenología del Espíritu. México: Fondo de cultura económica. Hirschberger, J. (1986). Historia de la Filosofía, II. Barcelona: Herder. Kaufman, W. (1968). Hegel. Madrid: Alianza editorial. Mansour, V. (25 de Noviembre de 2016). El nacimiento de las ciencias naturales en la época clásica. https://prezi.com/.../el-nacimiento-de-la-ciencias-en-la-epoca-clasica Moreno, L. (2024). El giro del objetivismo al subjetivismo kantiano. Viraje de la epistemología moderna: la existencia fundante-predominante del sujeto y la disolución del objeto. Revista Sincronía. XXVIII(85). 316-346. http://sincronia.cucsh.udg.mx/pdf/85/316_346_2024a.pdf Palmier, J.-M. (1986). Hegel. México, D.F.: Fondo de cultura económica. |
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[1] Una nota, que curiosamente presentan todos sus biógrafos es que, con él entró también al Seminario, Hölderlin y dos años después se les unió Schelling, trabando entre los tres una estrecha amistad estudiantil. [2] “Y la Palabra se hizo carne”, el texto continúa “[…] y puso su morada entre nosotros […]”. [3] El espíritu es la unidad de la diversidad, es lo real en su conjunto, en tanto es, a la vez, la sustancia o el en sí que deviene para sí en el proceso de constitución del mundo. (Bates, 1975, p. XVIII). [4] En este apartado de la filosofía de la naturaleza, es donde queda totalmente evidenciado el panteísmo hegeliano. [5] A partir de este momento, en el presente apartado, refiero solo el número de páginas de la obra en análisis.
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Universidad de Guadalajara Departamento de Filosofía / Departamento de Letras |
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