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La religión y la violencia: Una mirada girardiana a La primera calle de la soledad de Gerardo Horacio Porcayo. Religion and violence: A girardian look to La primera calle de la soledad by Gerardo Horacio Porcayo. |
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Jeniffer Navarrete García
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DOI: 10.32870/sincronia.axxvii.n83.17b23 | |||||||
Recibido: 17/03/2023 |
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Cómo citar este artículo (APA): En párrafo: En lista de referencias:
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Resumen. Palabras clave: Ciencia ficción. Cyberpunk. Religión. Violencia. Abstract. Keywords: Science fiction. Cyberpunk. Religion. Violence. |
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Introducción El universo enunciado en La primera calle de la soledad resulta complejo e intrigante no solo por la manifestación de agentes narrativos y espacios diversos, sino también porque, en el vislumbramiento de su conformación, es habilitada la posibilidad de examinar las estructuras sociales que rigen el curso de la existencia de sus entes ficcionales. La religión, tal y como sucede en el plano empírico, se muestra con un entramado que trasciende los parámetros de lo espiritual y se extiende hacia los demás estratos de la realidad humana. Así, el mundo configurado en la novela se ostenta dentro de un complejo mecanismo en el que confluyen la religión, el interés por el poder y, en consecuencia, diversas manifestaciones de la violencia las cuales serán examinadas posteriormente. El relato nos invita a acompañar a Zorro, su protagonista, pero resulta evidente que la realidad tecnodelictiva del personaje responde a instrumentos de dominio complejos, la magnitud del conflicto en el que se encuentra trasciende a su persona. Con ello, la trama se alza con una problemática en la cual podemos detectar la presencia del mecanismo mimético expresado por René Girard. Es decir, a partir de la recreación de los esquemas religiosos, la novela presenta una estructura social en la cual se evidencia la apropiación mimética inherente a los hombres: “La religión es esa imagen apocalíptica, esa hidra de siete cabezas y diez cuernos, salida de un pasaje de San Juan, esa que lo había atacado en el sueño eléctrico, tal como ataca a la sociedad. Cientos de religiones peleando por la presa humana, por alcanzarla primero” (Porcayo, 2020, p. 123). Como lo formula esta cita, la novela conjura el dilucidar de la naturaleza mimética propia de los fenómenos humanos y, específicamente, de la organización religiosa. Asimismo, se expresa la forma en que esta, por su cometido de ejercer la dominación de los individuos, tiende a conducir hacia el conflicto. El cyberpunk: Entre el espacio virtual y la existencia hostil Una primera aproximación al cyberpunk puede figurarse a partir del vislumbramiento de los dos términos que lo componen:
Estas vertientes fungen como epicentro de tales expresiones narrativas, la cuales son erigidas a partir del espacio virtual, la existencia en los límites de la sociedad y la dificultad para sobrevivir en una urbanidad adversa y contaminada. En términos generales, el cyberpunk nos invita a aproximarnos a la confluencia entre humanos marginales y solitarios, máquinas y espacios virtuales que se expresan hostiles y ponen de manifiesto el peligro adyacente a los avances tecnológicos, así como a las redes lacerantes del capitalismo (Moreno, 2019). Mucho se ha especulado entre los escritores y teóricos inmersos en tal panorama sobre la vigencia del cyberpunk como subgénero, pero las problemáticas aún presentes en la realidad latinoamericana dibujan a una respuesta afirmativa. En Rewired: The Post-Cyberpunk Anthology, se habla acerca del cyberpunk como un movimiento que implica determinadas “obsesiones”. La narrativa cyberpunk apunta hacia la exposición de perspectivas globalizadas sobre el futuro, sobre el desarrollo de aquellas tecnologías que habilitan la transformación del cuerpo y la mente humanas. Especialmente, se expresa la conciencia de que no somos los individuos quienes dominamos los cambios tecnológicos, sino que, por el contrario, son estos los que transforman al humano. Asimismo, la narrativa cyberpunk nos lleva hacia la existencia de los seres que habitan en la oscuridad: “those who had set themselves against the norms of the dominant culture, hackers, thieves, spies, scam artists, and drug users” [aquellos que se habían puesto en contra de las normas de la cultura dominante, piratas informáticos, ladrones, espías, estafadores y usuarios de drogas] (Kelly & Kessel, 2007, p. 15). Por supuesto, hay una postura post-cyberpunk que nos lleva a una ampliación del uso de agentes narrativos. Muchas obras cyberpunk nos muestran, además de los personajes ya mencionados, otros sujetos de la subalternidad. Por otro lado, este enfoque literario se encarga de mostrar el desafiar de los valores tradicionales, la expresión ante un mundo en el cual la humanidad debe ser “renegociada” constantemente. Con ello, el cyberpunk formula una necesidad por especular sobre la vida y sobre la posible creación de la misma a partir del panorama inaugurado por la construcción cibernética y las inteligencias artificiales. Igualmente, escribir dentro de los parámetros del cyberpunk implica una intención de colocarse en las líneas de la experimentación: “Play with content —ideas, technological developments, extrapolations— but also with genre tropes” [Juega con el contenido —ideas, desarrollos tecnológicos, extrapolaciones— pero también con tropos de género] (p. 18). Pese a que se ha cuestionado el estado vital de este movimiento, podemos decir que todas aquellas “obsesiones” que emergen junto a él son aún pertinentes en el panorama global y caótico que habitamos. Asimismo, las corporaciones en confluencia con la criminalidad se muestran como una temática recurrente cuya comprensión resulta esencial para la examinación de la obra de Porcayo:
Con ello, el cyberpunk pone de manifiesto la ferviente necesidad de ilustrar la incomodidad, frustración y enojo instigados por corporaciones que victimizan a la población y, en la mayoría de las ocasiones, la conducen hacia la criminalidad. Una vez puntualizados los temas, obsesiones e intereses que se adhieren a la ciencia ficción cyberpunk, será necesario enunciar que, en Latinoamérica, particularmente, continuamos viviendo los estragos y las nuevas formas de existencia tecnológicas y conflictivas inauguradas en el siglo pasado. En consecuencia, a tal realidad, obras como La primera calle de la soledad, las cuales son edificadas dentro del cyberpunk, aún resultan pertinentes para accionar la examinación de los diversos padecimientos de nuestra realidad. Sobre el deseo mimético y el chivo expiatorio girardianos
Así, el sujeto deseante vislumbra al prójimo, que se ostenta mediador entre él y lo que se desea, como impedimento para la obtención del objeto anhelado y, con ello, es inaugurada la propagación del conflicto. A partir de tal fenómeno la organización y el bienestar colectivo comienza a ser devastada por la violencia intercambiada entre el sujeto y el mediador. La pugna, además, se torna elemento de imitación y, por ende, se extiende hasta afectar los diversos estratos de la sociedad. Ante ello, explica Girard, se inicia un proceso de inmolación:
En aras de restaurar las estructuras devastadas los individuos conducen sus esfuerzos hacia la detección de un sujeto sacrificial que, en su muerte o expulsión, será capaz de subsanar el bienestar de los individuos. El sujeto a inmolar se materializa a través de figuras solitarias y marginales que son propensas, por la ausencia de lazos con otros individuos, a no generar venganza alguna. Lo particular reside, además, en que el posicionamiento de los elementos constitutivos del triángulo del deseo puede mutar o hacer intercambios. El triángulo del deseo en La primera calle de la soledad Para inaugurar el análisis nos aproximaremos al Cristorrecepcionismo, organización religiosa que se ostenta dentro de los parámetros del sujeto deseante. A lo largo de la obra resulta evidente la pertinencia de este grupo que es introducido de la siguiente manera en la primera misión de espionaje en la que Zorro trabaja:
La mención del Cristorrecepcionismo suele manifestarse adyacente a la de Laboratorios Mariano y, de manera tal, la narración revela que el enfrentamiento bélico entre grupos religiosos se expresa dentro de las líneas de la autoridad económica condensada a través de las diversas organizaciones encargadas de la creación y distribución de drogas virtuales. En otras palabras, los enfrentamientos religiosos van más allá del interés por la obtención de fieles espirituales, pues hay un cometido de dominación implícito en los movimientos impresos en esta clase de organizaciones. La comprensión de Laboratorios Mariano también implica vislumbrar que esta se muestra dentro de un modelo de configuración específica. Se trata de una empresa Zaibatsu, término utilizado por primera vez dentro de la ciencia ficción por William Gibson, autor de la novela Neuromante y el cual alude a un sistema de producción de origen japonés que muestra las siguientes características: “Son corporaciones internacionales que engendran un control centralizado a través de estrategias, afiliaciones y relaciones que habilitan la propagación de sus estructuras de poder” (Yamamura, 1964, pp. 539-540). En Neuromante, tales instituciones son descritas de la siguiente forma: “Los zaibatsu, las multinacionales que determinaban el rumbo de la historia humana, habían superado las viejas barreras. Vistas como organismos, habían conseguido una especie de inmortalidad” (Gibson, 1989, p. 127). Es decir, hablar de una empresa Zaibatsu implica puntualizar una constitución vigorosa que dirige todas las expresiones de la sociedad. En la novela, Laboratorios Mariano se muestra como un poder internacional y totalizado que sobrepasa incluso a los estratos gubernamentales. Con ello, se infiere que el repentino interés de Laboratorios Mariano por afiliarse al Cristorrecepcionismo reside en la capacidad que los esquemas de la religión, especialmente en el contexto latinoamericano, presentan en alusión al control, restricción y dominación de la población. México, por su particular entramado, se exhibe como el país idóneo para los intereses de una empresa como Laboratorios Mariano: “México era el país adecuado. El proyecto de Luca, el pretexto necesario. Arreglaron las cosas… Demasiado bien. De la noche a la mañana, Laboratorios Mariano había recopilado apoyo financiero y tecnológico de empresas japonesas, inglesas, australianas y estadounidenses” (Porcayo, 2020, p. 143). El espacio y sus individuos, que se predisponen y tienden a la apología de las estructuras ilícitas e injustas, así como a la inclinación por mecanismos de control, en este caso habilitados por la religión, son los que llevaron a Luca Mariano a elegir México como epicentro para su planeada propagación. Así, Laboratorios Mariano se convierte en el primer elemento del mecanismo mimético de apropiación, es decir, en el sujeto deseante que anhela adquirir poder. Posteriormente, la narración revela que la relación entre este primer elemento y el objeto del deseo es compleja, pero, por el momento, nos interesa expresar que, bajo el manto del Cristorrecepcionismo que: “Al año […] invadía y había convertido a un tres por ciento de la población mundial terrestre” (p. 60), el primer engranaje del deseo mimético pretende acercarse al objeto anhelado. El designio del sujeto deseante dentro de la novela se adhiere a la institución religiosa pues esta es una herramienta de propagación y autoridad efectiva. En tal cometido es violentada la integridad del prójimo pues, cuando la misión de Zorro fracasa y es retenido por los subordinados de Luca Mariano, dueño de Laboratorios Mariano, se pone de manifiesto que las intenciones de obtener el objeto de deseo están encima de cualquier otra cosa. La religión, sus seguidores y cada individuo implicado en la nueva misión en la que el protagonista es forzado a colaborar son solamente instrumentos, poco valorados y fácilmente remplazables, para obtener el objeto del deseo que condensa el poder anhelado. Una vez examinado lo anterior, podemos puntualizar la manifestación de la inteligencia artificial que funge en la trama como objeto del deseo y cuya configuración es revelada de la siguiente manera: “Su nombre era NAI-P01 (Nanotechnological Antificial Inteligence, Prototype 01) […] Los sueños eléctricos no eran más esa aventura lineal disfrazada con programas aleatorios. NAI-P01, era capaz de decodificar los deseos del usuario y actuar en consecuencia” (p. 144). El objeto del deseo, evidentemente, se manifiesta dentro del interés propio del subgénero cyberpunk en el cual reside la necesidad de mostrar la convergencia entre la humanidad y la potencia tecnológica. Así, la inteligencia artificial capaz de controlar los Sueños Eléctricos, es decir, los paraísos virtuales, trasciende el plano de una droga recreativa para convertirse en algo mucho más complejo, en el objeto del deseo que entraña la posibilidad de dominar a los hombres. En una sociedad lúgubre donde solamente unos poco son favorecidos, no es sino natural encontrar que los individuos muestren interés por una formulación tecnológica que se ostenta con la promesa de evadir tal panorama. Asfódelo muta de manera no prevista por sus creadores, se vuelve una entidad consciente de sí misma que, en su interacción con los usuarios atraídos por los sueños eléctricos, evolucionó la configuración de sus posibilidades para proporcionar experiencias que aluden a lo religioso: “Otro de los deseos fervientes de los usuarios era el contacto con Dios. Asfódelo leyó en varias mentes el principio del Cristorrecepcionismo. Trabajó con las premisas y llegó a una conclusión que rebasó el espectro de decisión de Air” (p. 145). Las amplias posibilidades tecnológicas implicadas en la figura de Asfódelo que, simultáneamente suple las necesidades espirituales de la población representan, para una corporación como Laboratorios Mariano, la coyuntura ideal para dominar a los individuos. En la novela se expresa que, de forma preliminar a la expansión, el fundamento del Cristorrecepcionismo emanó de un grupo de reos que habitan las colonias lunares: “las cuales guardan extrañas similitudes con la pauperización de las clases económicas acrecentando la brecha de desigualdades (Palma & Carrancá, 2020, p. 233). Con ello, se ratifica la manera en que esta gran corporación fructifica a partir de la desesperanza humana y de la incapacidad de los individuos para declinar la espiritualidad como único alumbrar en el oscuro panorama. Pese a lo anterior, es precisamente el poder condensado en la programación de Asfódelo la que lo torna un ente incontrolable que trabaja dentro del solipsismo, regido por una configuración que le ha dado la libertad de declinar las órdenes que se le dan. Ante tal realidad, Zorro y Luca Mariano, quienes viajan dentro de una nave que ha sido saboteada premeditadamente por el primero en una especie de suicidio, intercambian un diálogo en el cual Zorro cuestiona a Luca sobre la programación de la inteligencia artificial y este último expresa:
En tal intercambio, Zorro infiere que Asfódelo presenta el “complejo de Frankenstein”, término acuñado por Isaac Asimov y el cual alude al miedo que se muestra inherente a los hombres desde la inauguración de la disrupción tecnológica. Un complejo que implica la pérdida de la habilidad para controlar a las creaciones propias (McCauley, 2007, p. 10). Pese a que Luca Mariano niega tal hecho, resulta evidente que la evolución de Asfódelo hace que tal complejo se manifieste dentro de la trama. Su estructura de programación le ha concedido la habilidad de examinar una existencia sórdida en la que las personas anhelan una esperanza espiritual que ilumine el panorama. Asfódelo actúa diligentemente siguiendo los parámetros religiosos e incluso, proclama ser un Dios mientras su forma escópica simula la figura de un cristorreceptor. En tal interacción entre ambos agentes narrativos, efectuada a través de lo cibernético, Zorro logra devastar las habilidades de Asfódelo y, con ello, el personaje puntualiza la condición artificial de la máquina frente a él. Para Zorro, Asfódelo es simplemente una creación tecnológica y, en tanto conformada por humanos, puede ser manipulada por él. Por otro lado, en el intercambio entre Mariano y Zorro, también se alude al concepto de Jihad que ha sido entendida por el mundo occidental como “guerra santa” pero que otros insisten, según los supuestos islámicos, en traducir de manera más certera como “guerra justa”. Pese a que tal noción es usualmente limitada a la pugna, la Jihad implica todo un entramado que involucra la propagación de preceptos religiosos que, eventualmente, confluyen con el conflicto armado (Zomosa, 2003). Los paradigmas espirituales ostentados en la novela resultan en manifestaciones de violencia que, para Asfódelo, se han tornado necesarias e insustituibles. Su evolución, pese a ser poderosa, está destinada a las limitaciones de un constructo tecnológico. Lo irónico es pues que, ya sea que el Jihad sea vislumbrado como guerra santa o justa, la novela se encarga de formular o esclarecer que el conflicto cimentado en la religión carece de cualidades rectas y venerables. La gloria perseguida por Asfódelo para otorgar a los individuos no es sino imperfecta, corroída por intereses y estructuras corruptas y violentas. El tercer elemento del triángulo del deseo mimético es el grupo religioso denominado Los Hijos de Armagedón, un colectivo cuya fundación es aún más reciente que la del Cristorrecepcionismo. De forma análoga al grupo al que se opone, en Los Hijos de Armagedón también hay una conformación violenta: “Con la premisa de que el Cristorrecepcionismo no es sino la Bestia, Los Hijos de Armagedón pretenden exterminar a sus seguidores cuando el plazo final del reinado de tres años se haya completado” (Porcayo, 2020, p. 146). Este grupo, cuyo nombre alude a la amenaza apocalíptica, y a la recurrente noción religiosa de la existencia de individuos elegidos para perdurar a pesar de tal fenómeno de destrucción, se colocan también en las líneas de la violencia como método de imposición y adoctrinamiento. Con ello, la novela pone de manifiesto nuevamente que las estructuras religiosas se inclinan por la aplicación de preceptos construidos en torno a lo espiritual para justificar el conflicto. Es decir, la religión en tanto organización se muestra como excusa para la propagación de la pugna y el control planeadas por Laboratorios Mariano. Ante todo, habremos de mencionar que, en la trama, la pertinencia de este elemento reside en que se ostenta como el rival principal del Cristorrecepcionismo y, por ende, de Laboratorios Mariano, quienes venden Asfódelo a los Hijos de Armagedón:
Evidentemente, el que Los Hijos de Armagedón posean a Asfódelo implica beneficiarse del objeto de deseo que habilita el poder y la dominación. Por ello, este grupo se muestra como el mediador que se interpone entre el sujeto deseante y aquello que anhela, en el detonante para la violencia mimética. La violencia mimética en La primera calle de la soledad
Los mecanismos de poder configurados son admitidos por la población, pues son estos los únicos dirigentes disponibles y, en consecuencia, los únicos generadores de los parámetros de vida, empleo, salud, etc. Sin embargo, la violencia estructurada es capaz de forjar inconformidad y, por ende, un régimen del terror que se extiende paulatinamente. Así pues, la violencia no se muestra en acciones aisladas, sino como una red, como un fenómeno que se externa en estratos concomitantes: “transitando de la violencia sistémica/global a la institucional/estatal, llegaremos de nuevo a la violencia individual, subjetiva, última y evidente, consecuencia o efecto de aquellas” (p. 49). De manera tal, las condiciones configuradas por estructuras de dominio que se extienden hacia cada vertiente del orden humano no pueden sino alcanzar, en mayor o menor medida, a cada individuo inmerso en ese entramado tan complejo. Impotente, la población ha de vivir bajo el yugo de esa violencia sistematizada. Desde el inicio, la novela de Porcayo exhibe la violencia como un mal difundido, como un fenómeno viral que, inaugurado por los intereses de Laboratorios Mariano, que simultáneamente se exhibe como una recreación de la conformación arbitraria y dispar de Latinoamérica, ha contaminado a cada individuo de forma particular. Laboratorios Mariano es esa fuerza ambiciosa que acude al Cristorrecepcionismo para efectuar aquellas acciones figuradamente nobles pero perniciosas que caracterizan a los intereses de la realidad global. Es por ello que se insiste en la pertinencia de una violencia institucional, pues la religión, por su compleja historia en América Latina, trasciende el objetivo de conseguir fieles espirituales y se convierte en un arma de propagación, de control, poder y, en consecuencia, de violencia. Hay un cometido adherido a las grandes corporaciones como Laboratorios Mariano de obtener el dominio absoluto, este es un factor contaminante el cual, bajo una espiritualidad que no es ya solamente una doctrina sino una herramienta de restricción y tiranía, en un principio solo implica al Cristorrecepcionismo y a Los Hijos de Armagedón. Sin embargo, el conflicto, que sigue a los hombres por su condición inherentemente mimética, no puede sino multiplicarse:
Lo antes citado nos muestra la aversión de los demás grupos religiosos al Cristorrecepcionismo y, por ende, la apertura a la violencia. Asimismo, el conflicto genera absorciones, la imagen del fuerte consumiendo al débil que, para preservar su existencia, decide rendirse. Se condensa también, la pugna económica con la mención de Laboratorios Mariano y, por último, la violencia subjetiva, a través de la alusión a Zorro, quien recrea esas vidas arrastradas por la inauguración de un conflicto efectuado por unos pocos. Con ello, la religión, en tanto institución absoluta, se torna una herramienta que, por ser aceptada socialmente, funge como un medio para propagar el control y doblegar a una población que, ante el panorama hostil, se encuentra sedienta por un cimiento espiritual. En nombre de la religión, la pugna es mimetizada; la miseria y la muerte, justificadas. Así pues, el engendrar de la violencia en la obra no es una ocurrencia espontánea, sino la consecuencia de un sistema que procrea modos de vida y estructuras que potencian el detrimento de los individuos. El México desplegado en la trama se ostenta como un panorama sometido a una violencia estructural que se torna tangible a través de cada elemento, incluso por medio de aquellos instrumentos narrativos que, bajo una lectura superficial, no parecen conceder una interpretación más profunda:
Evidentemente la guerra, antes aludida, se muestra como la manifestación más tangible de la violencia mimética en esta obra literaria. Sin embargo, la irrupción de la misma y la violencia que provoca se alza como un contaminante que incluso alcanza ese espacio que, a pesar de su tecnología, también certifica una sociedad desigual que favorece los intereses económicos por encima del bienestar de las personas, a quienes no se les muestra otra opción más que delinquir. Así, incluso quienes no confluyen directamente con los objetivos del poder centralizado padecen de condiciones desiguales y se convierten en portadores de la violencia. Hay, a lo largo de la obra, una constante violación de la integridad de los individuos, un desentendimiento de la dignidad que conlleva la condición de existir como seres humanos. Así, llegamos a la violencia particular desplegada en el agente protagonista. La existencia de Zorro es, desde el inicio, una conducida por la pugna. Sin embargo, como ya se ha expresado antes, la violencia mimética es capaz de infestar a cada individuo inmerso en la sociedad donde el conflicto se despliega. Con ello, la vida combativa del agente protagonista se torna aún más violenta cuando las problemáticas externas lo alcanzan. Especialmente, la violencia mimética se manifiesta dentro de Zorro en razón de su confluencia con una de las pocas figuras femeninas configuradas durante la novela. Clara, viejo interés romántico del protagonista, quien es ultrajada y asesinada, como muchos otros, en este panorama inestable y de intereses deshumanizantes, se convierte en motivo de venganza: “[...] de inmediato comprende: Clara fue una de las víctimas de Laboratorios Mariano, tomó el sueño de la gaviota de esa red mortal que le ganara la partida a Trip Corporation” (p. 47). Con ello, se puntualiza que la propagación altera la existencia del protagonista. En Zorro hay también un deseo por el poder, no un poder análogo al de Laboratorios Mariano, sino la potestad de efectuar la venganza, de consumar la violencia incitada que se reproduce en su persona. Esta organización de tipo zaibatsu provoca, por su forma desmedida de ejercer terror y por las reiteradas ofensas que efectúa en alusión a la figura de Clara, que emana la violencia en el agente primordial de la obra. El mecanismo del chivo expiatorio Pero es en Zorro, protagonista de la obra, que se concentra el chivo expiatorio de la historia, esa existencia a través de la cual figura la expiación necesaria para calmar las iras habilitadas por el deseo mimético. La postura de Zorro frente al orden religioso es una de rechazo y, a lo largo de la novela, el personaje expresa incertidumbre y recelo hacia la manera en que la espiritualidad tiende a institucionalizarse:
Pero el repudio experimentado resulta inválido ante el ambiente consumido por un orden religioso que se ha extendido y controla cada estrato de la sociedad. Zorro es obligado a someterse ante esas estructuras a las que repudia y a participar en la violenta guerra entre los grupos sectarios que se manifiestan en la trama. Eventualmente, comienza a figurar como un chivo expiatorio, un rol que no se anuncia de manera explícita, pero se torna evidente por diversas razones. Son varios los elementos narrativos que encauzan la existencia sacrificial de este agente literario: Zorro se presenta como un hacker solitario que habita en los espacios marginales de la sociedad, su vida no le pertenece, sino que, por el contrario, destaca en él una existencia subyugada que parece reafirmarse a lo largo de la trama, en donde las ataduras que las corporaciones que lo obligan a prestar sus servicios parecen reformarse continuamente. Asimismo, a lo largo de la novela, falla al establecer relaciones afectivas; se muestra como un ser que solamente es valorado por poseer habilidades tecnológicas las cuales, inevitablemente, lo llevan hacia la ilegalidad. En diversas ocasiones, su vivencia solitaria se vuelve tangible a través de la alusión al pasado:
La incapacidad de Zorro por modelar nuevas relaciones, como aquella que se presenta con la aparición de una nueva potencia romántica habilitada a través de Nataly, ratifica el desierto interrelacional en el que el protagonista habita. La alusión a su pasada conexión con Clara no es solamente un recurso que permite a Zorro mantener la motivación durante la obra, sino que también es el recordatorio de su desolada existencia. En consecuencia, la vida marginal y carente de lazos afectivos, románticos, familiares y de amistad, todos rasgos victimarios señalados por Girard, transforman a Zorro en un candidato ideal para mostrarse como un chivo expiatorio, esa víctima de recambio necesaria ante la violencia que no se satisface y que, por el contrario, prolonga su mimetización. Como ya se ha puntualizado, la disposición de tal rol no es explícita, no es anunciada ni esclarecida por alguno de los personajes del repertorio configurado, sino que responde a una existencia que, al estar sujeta a fenómenos que trascienden a la individualidad, se muestra como un destino oscurecido. Los momentos preliminares al final funesto del personaje son necesarios para consumar el sentido de los mecanismos del deseo mimético y el chivo expiatorio. Del deseo consolidado por la existencia de un interés de poder que emana de corporaciones como Laboratorios Mariano emerge un conflicto amparado en la organización religiosa, un conflicto por apropiarse del objeto de deseo manifestado a través de la inteligencia artificial. Pero la pugna sostenida a lo largo de la obra encuentra su momento de catarsis con la clausura de la misma. Antes de perder la órbita de la nave en la que se encuentran, Asfódelo, consciente ahora como Zorro, de la inminente muerte, ofrece a este la evasión que habilita el sueño eléctrico, un paraíso virtual capaz de llevarlo hacia un escenario, persona, o memoria anhelados, y el protagonista termina por aceptar lo que se le ofrece:
El panorama cibernético se muestra como aquel que no solamente permite la evasión de Zorro hacia el recuerdo de un espacio familiar, sino también un medio de comunión entre el objeto que ha provocado la ira y el sujeto marginal que es solamente una herramienta. Ese sueño al que el Zorro acude en sus últimos momentos refiere a un olvido del mundo, aquel olvido que él y la máquina a su lado han de experimentar. Podría decirse que, en esos últimos momentos, se convierten incluso en compañeros de soledad y de muerte que han de esfumarse de manera simultánea. Zorro es, por su condición marginal, soledad y olvido; del mismo modo que Asfódelo lo es por sus capacidades de generar evasión y por su nombre, que simbólicamente alude a un desdibujar del mundo. Así, Zorro se muestra como ese elemento que, ya sea de forma accidental o como parte de una estructura compleja que obedece a un destino trágico, evoca con su muerte la restauración de una sociedad enferma por la violencia. Su final, ligado en paralelo al desdibujar del objeto del deseo habilita ese ritual de recambio, destrucción y renovación cuyo efecto ha de prolongarse por un tiempo indefinido, un tiempo de paz que permanecerá solamente hasta que un nuevo deseo habilite la violencia una vez más. Conclusiones En La primera calle de la soledad, Gerardo Horacio Porcayo edifica un universo en el que converge la existencia tecnológica con estructuras tan vetustas como las adheridas a la religión. En tal confluencia, el autor nos permite observar que la espiritualidad, por su conformación institucionalizada y extendida, es capaz de tornarse una herramienta para restringir y dominar. En consecuencia, hemos examinado la presencia de los mecanismos del triángulo del deseo y el chivo expiatorio propuestos por René Girard dentro de la obra, pues a través de estos se ha ratificado la manera en que la institución religiosa, en sus intereses de poder, se extiende con violencias estructurales y subjetivas que se propagan hasta contaminar a gran parte de la población. Asimismo, a través de la figura del Zorro, se ha esclarecido la existencia de esos seres que, en consecuencia, a tales violencias, son marginalizados y orillados a la criminalidad, que son violentados al ser convertidos en objetos descartables. Así, la trama se alza como valiosa, pues es una recreación de problemáticas latinoamericanas que, incluso en la actualidad, continúan gobernando nuestros modos de existir, percibir e interactuar en el mundo. La ciencia ficción cyberpunk no puede ser descartada de nuestro campo de visión, al menos no mientras continuemos residiendo en una realidad cambiante y avanzada que, simultáneamente es injusta y conflictiva.
Notas: [1] En 2020 la novela fue reeditada por la editorial Planeta bajo la leyenda: “La novela que inauguró e cyberpunk en Hispanoamérica”. |
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Universidad de Guadalajara Departamento de Filosofía / Departamento de Letras |
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