Memoria y narración: la construcción del discurso.

Memory and narration: the construction of discourse.

 
 

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Lorena del Carmen Gutiérrez Aviña
Universidad de Guadalajara (MÉXICO)
CE: Clorenaavina88@gmail.comorreo
https://orcid.org/0000-0002-4507-4025

 

DOI: 10.32870/sincronia.axxvii.n83.14b23  
 

Recibido: 21/02/2023
Revisado: 24/03/2023
Aprobado: 16/04/2023

 
 

Cómo citar este artículo (APA):

En párrafo:
(Gutiérrez, 2023, p. __)

En lista de referencias:
Gutiérrez, L.C. (2023). Memoria y narración: la construcción del discurso. Revista Sincronía. XXVII(84). 354-367 DOI: 10.32870/sincronia.axxvii.n83.14b23

 

 

Resumen.
El presente análisis literario se enfoca en exponer la relación entre la memoria y la obra de Manuel Vilas titulada Ordesa: se trata de comprender cómo influye el propio autor en los recuerdos que él mismo narra y en la forma en la que éstos son expuestos. Las bases del presente análisis se encuentran en investigaciones sobre la literatura de la memoria y la narrativa mnemónica, responsable del formato del presente objeto de estudio y de la creación caótica de entes, escenarios y situaciones. Se evidencia el papel del lenguaje en la visibilidad del individuo que escribe un relato, el cual se verá estructurado por la evocación del recuerdo y a la interpretación que el autor realice desde el presente. De igual manera, se expone la forma que toma el discurso cuando el lenguaje está construido gracias al proceso de rememoración, no a la ficcionalidad.

Palabras clave: Recuerdo. Creación. Identidad. Colectividad.

Abstract.
This literary analysis focuses on exposing the relationship between memory and the work of Manuel Vilas entitled Ordesa: the aim is to understand how the author himself influences the memories he narrates and the way in which they are exposed. The bases of the present analysis are found in research on the literature of memory and mnemonic narrative, responsible for the format of the present object of study and for the chaotic creation of entities, scenarios and situations. The role of language in the visibility of the individual who writes a story is evidenced, which will be structured by the evocation of memory and the interpretation that the author makes from the present. Likewise, the form that the discourse takes when the language is constructed thanks to the process of remembrance, not fictionality, is exposed.

Keywords: Remembrance. Creation. Identity. Collectivity.

 
 
 

Introducción
Al hablar de literatura comprendemos que ésta contiene una identidad individual expresada en el discurso: en él encontramos un carácter impregnado de escalas temporales, personales y culturales específicas, el cual será más evidente en narraciones que abandonen la ficcionalidad y se construyan desde la transparencia del autor o autora. Tal es el caso de Ordesa (2018) de Manuel Vilas, novela autobiográfica escrita desde los parámetros de la narrativa que depende en su totalidad de la memoria del individuo. En el presente artículo se desarrollará el concepto de narrativa mnemónica con el fin de comprender los elementos que la componen y cómo se encuentran inscritos en la estructura de Ordesa; además, se evidenciará el papel protagónico que tienen los recuerdos y su interpretación desde el presente en la construcción de esta novela, en donde se encuentran la identidad colectiva e individual.

Sobre el autor y el objeto de estudio
Manuel Vilas nació el 19 de julio de 1962 en el pueblo de Barbastro, España, en una familia de clase media baja. En su adolescencia incursionó en la lectura de grandes autores como Camilo José Cela, Juan Rulfo, Miguel de Cervantes y Franz Kafka, siendo estos quienes lo acompañaron en sus estudios universitarios en Filología Hispánica. Además de ejercer como profesor de secundaria, Vilas ha sido colaborador en medios de comunicación como El País, El Mundo, La Vanguardia, entre otros. Su extensa obra consta de poesía, prosa y ensayo. Ha sido galardonado en diversas ocasiones a nivel internacional, comenzando con la publicación de su primer poemario en 1990 titulado El rumor de las llamas, pasando por Calor en 2008, continuando con España (novela) también en 2008, hasta llegar a Ordesa en 2018.

Esta última obra está considerada como un híbrido entre la novela y la biografía: el ignorar su carácter representativo sería ignorar la carga testimonial que Vilas nos ofrece mediante su historia, pues el relato permite retratar, indirectamente, a la sociedad española en la que el autor se vio envuelto desde su infancia. En Ordesa, Manuel Vilas se desnuda para empatar diáfanamente con el lector, donde ambos construirán la historia presentada en el discurso y, gracias a sus recuerdos, recorrerán las etapas de vida de Vilas de forma caótica, pero no por ello menos estética. La catarsis presente en Ordesa se genera gracias a la muerte de sus padres y de la manera en que el autor muestra desamparo ante dichos sucesos.

Esta novela no tiene una narración cronológica ni convencional: se trata de una secuencia de acontecimientos narrados por un intradiegético que, en momentos, se transparenta para mostrar al autor. Aunado a esto, los personajes se verán transformados a lo largo del libro, desde los nombres que reciben hasta las apariciones y los momentos que de ellos se eligen para ser narrados. En Ordesa se comprende un narrador cansado de ese gran fantasma de la existencia que necesita dilucidar los puntos ciegos sobre su propia ontología: “Me puse a escribir, solo escribiendo podía dar salida a tantos mensajes oscuros que venían de los cuerpos humanos de las calles, [...] de lo que somos” (Vilas, 2018, p. 10). La rabia humana se concentra en la escritura del autor y éste, al recibir tan pocas respuestas, decide encontrar un sentido para aquello que todos los seres humanos comparten: el rencor, el pasado, el cansancio y la muerte.

Sobre la narrativa mnemónica
Para comenzar con el análisis, es preciso señalar que en esta ocasión se comprende al relato como un medio de inclusión en el que los seres humanos se ven representados acorde a ciertas premisas colectivas abordadas en la historia narrada y, de igual manera, permite dilucidar cuál es la construcción de la realidad según el autor. En la narrativa mnemónica, en particular, la forma literaria toma a la memoria como su móvil principal, donde la identidad de quien escribe podrá verse directamente reflejada y, además, se encontrará relacionada con los hechos que en el discurso se presenten. Funciona como un reflector para las nuevas relativizaciones históricas y para desenfocar al discurso de la tradición y conectarlo con otras representaciones. Dicha narrativa se realiza, mayormente, con el fin de plasmar una historia no autorizada, o bien, ignorada: se escribe para acabar con el silencio, para que lo acontecido no se edifique en la amnesia.

De acuerdo con lo afirmado por el escritor Antonio Colinas en el XXI Encuentro de Hispanistas-Italianos en su texto La literatura de la memoria (s.f.), es posible aseverar que toda literatura que nace es literatura de la memoria, pues en el momento en que el sujeto se enfrenta con la cuartilla en blanco, rescata de su pasado los momentos más destacables. Al tiempo, lo que brota para el escritor en cuestión son los símbolos primeros, los cuales nos trascienden y nos conducen a la recuperación de nuestro pasado. Para Antonio Colinas, entonces, en el proceso creativo se logra una suerte de individuación, en la cual el sujeto puede ser consigo mismo. En Ordesa, de igual manera, Manuel Vilas afirma: “y ahora estoy desempolvando todos los motivos de alegría que pudo haber en mi vida” (Vilas, 2018a, p. 56-57), lo anterior nos permite creer que la literatura, entonces, se compone del material biográfico del autor.

La narrativa mnemónica se mantendrá en el eje de su narrador, el cual puede actuar también como personaje y permitir entrever al autor del relato. Es un discurso mayoritariamente enfocado en el yo, que relata las vivencias propias del autor-narrador-personaje y se despreocupa por crear una ficcionalidad que complemente su historia; el lector tiene acceso a una versión que depende de la individualidad y de la subjetividad con que se experimenten los acontecimientos, por tanto, el resultado de esto será una narrativa que bosqueje, principalmente, al personaje-narrador capaz de construir los demás elementos (cronotopo o personajes restantes) desde su propia experimentación.

En Ordesa, la narración de Manuel Vilas no solo contiene un cronotopo que permite al lector el ubicar los acontecimientos, sino que funge como un testimonio, desde donde el pasado se construye de una manera fiel. A su vez, esta narración, por ser testimonio, permite conocer nuevas versiones de la historia que se ha pautado. No se debe comprender la narración de Vilas como una posibilidad de ficción porque, en la obra, la única muestra de ficción es el cambio de los nombres de su familia; debe entenderse como una narración autobiográfica que, al ofrecerla, el relato traspasa la individualidad y construye una versión que puede o no ser recibida por el otro.

La narrativa mnemónica se caracteriza por la imitación casi exacta del flujo ininterrumpido de la memoria. Existen expresiones dentro de la narración que reflejan el proceso rememorativo, por ejemplo, “Aun recuerdo cuando...”, o bien, “Hoy puedo percatarme de...”, las cuales perfilan claramente el mundo literario que surge de los recuerdos. El lenguaje de la memoria no pretenderá, entonces, que el lector se encuentre una narración ficcional preocupada por mantener una cronología convencional, sino que se mantendrá en los límites de la sensibilidad del autor, provocando lagunas y fallas lineales en el relato. En Ordesa, por ejemplo, los capítulos son divisiones que obedecen el devenir de los recuerdos de Manuel Vilas: el lector encuentra un caos estructural que relata diversos momentos de la vida del autor.

En este punto, el lenguaje se presenta como una herramienta infalible: “Lingüísticamente han de construirse cantidad de discursos en torno al pasado, y por eso mismo la manera como se exponen ciertos relatos no es neutra, al contrario, está intrínsecamente relacionada con el contexto en el que surge y se utiliza” (Mendoza, 2005, p. 15), en el discurso, pues, hay capas sociales a considerar si se desea analizarlo como una huella histórica, o una identidad que abarca más allá del individuo, pues la narración de éste contiene una identidad basada en la construcción social. En Ordesa, el personaje principal, que es él mismo al tiempo que es narrador, se delimita verbal, social y políticamente.

La narrativa mnemónica en el caso de Ordesa, no se usa como un medio de protesta ni como una forma de saldar la deuda con un pasado silenciado, sino que permite reconstruir la vida de un hombre y comprenderla desde el presente: “El profesor novato que yo era (otra vez sale el espectro) se quedó mirando a Castro. Y formó con su mano una pistola. [...]. El profesor novato que yo era se sorprendió” (Vilas, 2018, p. 50). Vilas recurre a la creación literaria para reconstruir y sostener las piezas que lo forman, intenta alejarse de la ficcionalidad en su promesa por comprender su propia historia; el relato, por tanto, es una suerte de alternancias temporales, de cambios de voz y exposición de escenarios y personajes que, de tal o cual manera, influyeron en el autor.

El autor tiene la posibilidad de elegir entre lo que desea representar y los códigos lingüísticos con que realizará dicha acción, por consiguiente, la toma de decisiones es lo que bosquejará el discurso: los fenómenos extrínsecos al texto lo conforman de igual manera que sus elementos intrínsecos. La subjetividad que permite el lenguaje y la manera en que éste construye la identidad del individuo son los paradigmas que pueden considerarse para comprender la conciencia del ser humano. En Ordesa, entonces, el lector se enfrenta a un discurso estructurado profundamente en la individualidad y la interpretación que el autor realice de la realidad.

Sobre la relación entre narración y realidad
Para iniciar el presente apartado, es necesario aterrizar el concepto de memoria, comprendiéndolo como la capacidad humana para retener experiencias vividas, ya sean abstractas o concretas, y llevarlas desde su pasado hasta el presente, donde se desea recordarlas. La memoria encuentra sus límites en el sujeto, el cual retomará su pasado en forma de imagen y atraerá, a su vez, otros momentos complementarios al recuerdo inicial: “El cuerpo humano, al verse afectado por uno o varios acontecimientos, evocará las partes que conformaron y complementaron el acontecimiento primero.” (Ricoeur, 2004, p. 21). La memoria, entonces, funciona como un bucle sin fin donde el control lo debe ejercer el sujeto que recuerda, mas el fenómeno contiene cierta autonomía al no cuestionar lo que se recuerda, sino solo enviándolo al presente al momento de evocar un solo elemento.

La memoria depende completamente de la concepción de tiempo que se ha construido el ser humano, pues solo puede recordarse lo que forma parte del pasado, por otra parte, el presente resultará subjetivo en tanto la percepción del sujeto. De igual manera, los acontecimientos que sucedan en torno a un individuo se verán afectados por esa identidad específica, adaptándose a la influencia que los acontecimientos pasados hayan tenido en la construcción del ser. En Ordesa Manuel Vilas nos habla de una España pobre que niega su propia situación económica, y de un sistema educativo que no comprende la situación de cada estudiante. Estos momentos narrativos dependen intrínsecamente de la experiencia del autor, de su contexto, y del cómo comprende ese pasado remoto en el presente donde crea y juzga las acciones que tuvieron lugar en un momento distinto al actual.

La memoria se construye en los relatos lógicos culturalmente dotados de significado y validados por los individuos: nuestro intento de hacer legible el discurso es lo que lo condiciona y lo transforma, pues los marcos sociales le proporcionan el balance que le permite ser y perpetuarse: “La memoria es narrativa en un doble sentido, como relato de progresión de acontecimientos en el hilo del tiempo, y como conformación de una trama (con actores, escenarios y acciones)” (Mendoza, 2005, p. 9). La literatura que depende de la memoria, por tanto, permite bosquejar la identidad individual y la grupal, debido a que el individuo se encuentra en la narración y, a la vez, genera nuevas perspectivas basadas en la mediación social.

Aunque en primera instancia puede creerse que la memoria depende únicamente del individuo y su capacidad rememorativa, debemos ser conscientes de la influencia que los marcos sociales tienen en la construcción de los recuerdos: “Lo aparentemente particular y aislado de la narración individual puede ser el mejor lugar para observar las fuerzas sociales usadas —y potenciadas— por los actores en la práctica concreta de comunicarse” (Haye et al. 2017, p.4): La narración mnemónica es testimonial, pues al ofrecerla se está construyendo un relato que traspasa la individualidad. Este testimonio permite conocer nuevas versiones de la historia pautada, desalineando así a aquél que emita y reciba dicho discurso.

Los recuerdos del autor, su percepción sobre el pasado desde el presente y el grupo social con el que se identifique serán los principales ejes sobre los que se produzca la narración; sin embargo, ¿qué comprendemos por recuerdo? Según la investigadora Adriana González en su tesis de licenciatura nombrada Memoria y creación en materia y memoria de Henri Bergson propuesta en 2007, el autor define el recuerdo desde dos categorías: el recuerdo puro y el recuerdo imagen. Aunque ambos tipos se basan en el pasado, el recuerdo puro es aquel que no ha sido tocado por la memoria y que permanece como parte del acontecimiento, mas no de la percepción; por otra parte, el recuerdo imagen es aquél que, una vez removido de su estancamiento, es enriquecido por la imaginación para lograr el recordar y, por ello, es víctima tanto del acontecimiento como de lo que acontece en el presente de quien recuerda.

Al comprender que es el recuerdo imagen el que interviene en la creación, se entiende que el relato será construido de acuerdo al contexto en donde surgen las evocaciones que crean una multiplicidad de variantes, construyendo así el mismo acontecimiento desde diversos ángulos:

La forma de hablar y la utilización de ciertas palabras y de otras no, de ciertos discursos en detrimento de otros es posible en un marco, en una cultura que nos antecede y que nos dota de significados para ser usados en ciertas situaciones y no en otras, y que las propias palabras y la forma de hablar ayudan a edificar (Mendoza, 2005, p. 17).

La memoria es la fuente y el vehículo del relato, desde la cual se comprenden el narrador, los personajes y el cronotopo.

Las acronías en la secuencia y el papel del recuerdo en la construcción de los personajes son vestigios de la ausencia de ficcionalidad. Con todo, la representación de la sociedad española en Ordesa, por ejemplo, es indirecta y aparece como el escenario de los acontecimientos: “Nadie estaba preparado, porque viviste en una España tan pobre que no daba ni para mantener la memoria caliente. Era un país atrasado, pero por qué lo era tanto, ningún historiador lo sabe” (Vilas, 2018, p. 192). Dicho escenario abarca los ámbitos religiosos, económicos y sociales, que en conjunto funcionan para comprender el contexto de Vilas y la España que éste experimentó.

Si la memoria de Vilas se construyó gracias a discursos, expresiones y modos de percepción dictaminados por la sociedad española del momento, de igual forma su discurso logra resignificar los acontecimientos y acceder a nuevas vertientes de sentidos: “Cuando las personas hacemos memoria, mediante nuestro discurso sostenemos, reproducimos, extendemos, engendramos, alteramos y transformamos nuestras relaciones. Es decir, la memoria de cada persona cambia en la relación y cambia [también] las relaciones” (Mendoza, 2005, p. 9). La narración que parte desde la colectividad, por tanto, será un estandarte para dicho grupo, pues la memoria encuentra su practicidad en la convivencia con el otro: Vilas, verbigracia, se identifica con la clase trabajadora, con el pobre, por eso su narración ahonda arduamente dicho sector socioeconómico.

Hasta el momento hemos comprendido que el recuerdo viene a nosotros como una nebulos que dibuja sus contornos desde el presente. Manuel Vilas puede retratar a la sociedad española porque su pasado le permite reconstruirla; la percepción de su propio ser anterior le otorga las herramientas para desnudarse y confesarse en la narración: “Las narrativas biográficas como las procedentes de la cultura desempeñan un papel esencial en la configuración social y psicológica de la yoidad” (Sola, 2012, p. 7): las experiencias humanas, independientemente de su tiempo, se verán comprendidas a través de las nociones que nos proveen los otros. La realidad de un grupo, persona o colectividad no se restringe a un evento, hay diversos, y éstos devienen en el hilo de continuidad que trata de darle coherencia al pasado, convirtiéndose en una memoria. Manuel Vilas utiliza esta memoria, tanto individual como colectiva, para recrearse a sí mismo y, al tiempo y sin proponérselo, recrea España.

La capacidad del autor para representar la realidad se verá enriquecida o eclipsada por su capacidad interpretativa, sin embargo, en ambos casos surgirán nuevas interpretaciones. Según el filósofo Hyden White en su texto El contenido de la forma (1992) existen elementos ideológicos que desatan la distorsión de la realidad y, con esto, se producen más discursos interpretativos que objetivos, lo cual permite el dudar sobre la confiabilidad del texto como referente puntual de los acontecimientos que narra. Manuel Vilas, por ejemplo, plasmó en Ordesa un escenario que representa la sociedad española desde su economía, su religión o su moral, sin embargo, según Hyden White no se debe aseverar que dicho escenario sea la representación más acertada de la experiencia, pues ésta fue generada a partir de la identidad de Vilas y, por ende, su discurso individual sí trasciende en el discurso de la colectividad.

En El contenido de la forma de Hyden White, se presentan las bases argumentativas para considerar la narración de Vilas como un compilado de significaciones que, si bien salvaguarda ciertos mensajes transculturales de una realidad común, continúa siendo una narrativa que se caracteriza por cierto número de exclusiones y condiciones; entonces, el texto puede saberse apropiado por el lector sólo si éste se ve identificado con los acontecimientos retratados en el discurso. Ahora bien, ¿qué permite la mímesis? Para White, la respuesta radica en la moralización de la realidad, es decir, identificarla con el sistema social y brindarle un significado dentro del contexto en que los acontecimientos se llevaron a cabo. La moralización de la realidad tiene vigencia en tanto el acontecimiento sea o no significativo para el individuo, por lo que la manera en que se recuerde el pasado será la guía para interpretarlo.

El peso de la memoria en la novela de Manuel Vilas es innegable, pues al ser un híbrido compuesto por las formas de la novela y la autobiografía, la narración se construye en tanto al rescate de los recuerdos y a la interpretación que éstos tengan desde el presente: “No sé qué es. Es un recuerdo que intento recuperar constantemente, y lo que recupero es una sensación de paz” (Vilas, 2018, p. 63), el recuerdo, entonces, es difuso y no puede ser recuperado totalmente, mas la evocación genera emociones, las cuales construirán el discurso. El filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur (1913-2005) afirma en su obra Tiempo y narración II (2008) que el discurso tiene la intención de influir en el otro, y a partir de ello se encamina para mostrar cuánta relevancia tienen los personajes, el narrador, la ficcionalidad y la expresión histórica en la construcción de la realidad.

Ricoeur asevera que los acontecimientos se muestran en la narración por medio de la imitación de éstos, la ya nombrada mímesis, a partir de la cual podemos ser testigos de la distancia entre el acontecimiento vivido y el acontecimiento recordado-narrado. A pesar de ello, Ricoeur afirma que existen narraciones en primera persona donde el narrador tendrá una visión interna o externa (limitada o amplia), y que contendrá los mismos principios que un narrador en tercera persona, permutando de acuerdo al grado de ficción. Lo anterior es imprescindible de acuerdo al carácter de Ordesa, donde la ficción queda relegada y le cede la batuta a la memoria.

Es preciso comprender cómo se relacionan las nociones de realidad y la narración en sí: Paul Ricoeur declara que la expresión histórica es la que forma el pasado, esto es, el discurso que se emita sobre él tendrá un valor equiparable al acontecimiento en sí. El mundo narrado y el mundo acontecido se diferencian por la percepción subjetiva de quienes lo viven y quienes lo narran. Los últimos hacen presente al pasado mediante el discurso y, además, el pasado real se neutraliza en la ficción. Manuel Vilas, por ejemplo, funge como testigo de una España clasista, resentida y católica, y su testimonio nos permite conocer nuevas versiones de la versión de la historia que se ha pactado y perpetuado.

En conclusión, la memoria se conforma por la interpretación de los elementos acontecidos al hombre en un pasado específico y, aunque el sujeto sea dueño de estos recuerdos, no será sino un fenómeno fuera de su alcance el que posea el derecho para proclamarlos y acontecerlos en el presente del hombre. Esta memoria produce en el ser el fenómeno de la construcción de la realidad, misma que siempre se basará en el contexto y en la información aprendida para establecerse o modificarse. En la narración encontramos al autor inmiscuido intencional o inintencionadamente dentro de los elementos que conforman su obra. De igual manera, la imaginación del autor es pieza clave para reconstruir esa realidad pasada que será transformada en el presente.

Conclusiones
La narrativa mnemónica se caracteriza por una estructura caótica que imita al proceso rememorativo. El discurso que produzca dicha narrativa se verá, entonces, influenciado por la identidad de la persona que escriba, pues las elecciones que realice en el uso del lenguaje perfilarán sus reflexiones y las percepciones que se tiene de la realidad. En Ordesa el lector será capaz de notar cómo el relato se construye gracias a los recuerdos del autor, mismo que segmentó su libro de acuerdo a su capacidad para recordar y al contexto presente: es posible, por ejemplo, que Manuel Vilas tomara un objeto presente y decidiera escribir sobre él, pero situándolo en el pasado. Aunque no se puede aseverar qué es lo que produjo que Vilas escribiera de tal o cual tema en el libro, sí es posible notar cómo la relación entre cada acontecimiento es el acto de recordar, pues Ordesa  no cuenta con una estructura lineal.

A su vez, es menester señalar nuevamente la relación que tiene la narrativa con la realidad, pues esto nos permite señalar la influencia que tuvo el pasado autobiográfico de Manuel Vilas con la construcción de la historia en Ordesa. Como se señaló al inicio del texto, esta novela es un híbrido entre novela y autobiografía, por lo que el discurso, aunque sí construye una historia y desarrolla a los personajes que en ella se envuelven, mantiene un orden caótico y deja entrever al autor en ciertos fragmentos. Manuel Vilas, por tanto, no esconde su individualidad ni su identidad al momento de narrar, sino que elige exponer ciertos momentos relevantes de su vida y plasmarlos de acuerdo a su propio flujo de pensamiento.

Dado que la narrativa mnemónica funge también como un testimonio porque renuncia casi por completo a la ficcionalidad, es posible recrear la realidad desde el relato, en donde veremos transparentemente al autor. La realidad, a su vez, construye al relato, porque de ella vienen los recuerdos que se verán plasmados en la narración. El discurso, pues, parte desde la individualidad: ¿qué experimentó el autor?, ¿cómo experimentó el mismo suceso histórico a diferencia de otras personas?, ¿cómo recuerda dicho suceso?, ¿qué nos permite ver a través de sus letras? La interpretación de sus recuerdos, por tanto, también depende del momento actual que experimente el autor, el cual será un delimitante de las expresiones que se utilicen para retratar dichos recuerdos.

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