ISSN: 1562-384X
Año XXVIII / Número 86. Julio-Diciembre 2024
DOI: 10.32870/sincronia
Revista semestral de Filosofía, Letras y Humanidades  
       

Algunos aspectos del concepto de tiempo en Platón y Aristóteles.

Several aspects of the concept of time in Plato and Aristotle.

   
                  DOI: 10.32870/sincronia.axxviii.n86.1.24b    
  Andrés Budeguer
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán.
(ARGENTINA)
CE: andresbudeguer96@gmail.com
https://orcid.org/0009-0006-6047-8809


       
                  Recepción: 07/03/2024 Revisión: 19/04/2024 Aprobación: 13/05/2024    
 

Cómo citar este artículo (APA):

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(Budeguer, 2024, p. __)

En lista de referencias:
Budeguer, A. (2024). Algunos aspectos del concepto de tiempo en Platón y Aristóteles. Revista Sincronía. XXVIII(86). 3-12 DOI: 10.32870/sincronia.axxviii.n86.1.24b

 

 

Resumen.
Este estudio presenta una comparación de las concepciones del tiempo presentes en Platón y Aristóteles, con referencias al pensamiento de Martin Heidegger. A través del análisis textual de obras clave como el Timeo de Platón y la Física de Aristóteles, se examinan las diferentes perspectivas sobre la naturaleza y el significado del tiempo en la filosofía griega clásica. Platón, en el mentado diálogo, describe el tiempo como una imagen móvil de la eternidad, generada por el Demiurgo al ordenar el cosmos. En contraste, Aristóteles aborda las aporías sobre la existencia y naturaleza del tiempo en la Física, definiéndolo como el número del movimiento según lo anterior y lo posterior. A través del análisis crítico de estos textos, se revela cómo ambos filósofos ofrecen enfoques distintos pero complementarios sobre el tiempo, influenciando así el pensamiento filosófico posterior. Como sugerimos, se explora la recepción de la concepción aristotélica del tiempo en la obra de Heidegger, quien examina el concepto vulgar del tiempo como una medida del movimiento. Este estudio contribuye a la comprensión de las diferentes concepciones temporales en la filosofía occidental, empleando la metodología del análisis textual para profundizar en la interpretación de los textos originales.

Palabras clave: Tiempo. Movimiento. Eternidad. Medida.

Abstract.
This study presents a comparison of the conceptions of time found in Plato and Aristotle, with references to the thought of Martin Heidegger. Through textual analysis of key works such as Plato's "Timaeus" and Aristotle's "Physics," different perspectives on the nature and meaning of time in classical Greek philosophy are examined. Plato, in the aforementioned dialogue, describes time as a moving image of eternity, generated by the Demiurge when ordering the cosmos. In contrast, Aristotle addresses the aporias concerning the existence and nature of time in the "Physics," defining it as the number of motion according to what is earlier and later. Through critical analysis of these texts, it is revealed how both philosophers offer different yet complementary approaches to time, influencing subsequent philosophical thought. As suggested, the reception of Aristotle's conception of time is explored in Heidegger's work, who examines the vulgar concept of time as a measure of motion. This study contributes to understanding the various temporal conceptions in Western philosophy, employing textual analysis methodology to delve into the interpretation of the original texts.

Keywords: Time. Movement. Eternity. Measure.

   
               
 
 

“¿Qué es, entonces, el tiempo? Si nadie
me lo pregunta, lo sé; si quiero
explicárselo al que me lo pregunta,
no lo sé”.

(Hipona, 2021, p. 331)

Agustín de Hipona intentaba poner de manifiesto, en una extensa digresión acerca de la naturaleza del tiempo, una intuición que podría parecer propia del sentido común: nos resultaría verdaderamente difícil proporcionar una definición de lo que es el tiempo si alguien nos preguntase por ello. Precisamente por lo dicho, esta es una cuestión que ha ocupado a los filósofos desde una época muy temprana[1]. En el presente estudio buscaremos suministrar una breve imagen de las concepciones del tiempo que afirmaron dos de los pensadores más relevantes de la Grecia clásica: Platón (427 – 347 a.C.) y su más eminente discípulo, Aristóteles (384 – 322 a.C.).

Si lo comparamos con los escritos conservados de Aristóteles, Platón dice relativamente poco acerca del tiempo (Ferrater Mora, 1999: 3496). La concepción platónica de este concepto se encuentra consignada, principalmente, en el Timeo[2]. Este es un diálogo de vejez[3] en el cual nuestro autor expone su cosmología, en el sentido de una explicación física de la hipótesis de las Formas. Copleston afirma que este es el único diálogo “científico” de Platón (2004, I-211). Las cuestiones metafísicas, éticas y políticas siempre ocuparon el centro de atención del autor, con lo que hemos de considerar a este diálogo como una explicación secundaria o accesoria a su metafísica.

En el pasaje 37c – 38c nos encontramos con la famosa definición platónica del tiempo: imagen móvil de la eternidad. Platón describe, por boca de Timeo, la creación del mundo como un cuerpo viviente y en movimiento. El agente que da origen al mundo es el Artesano divino o Demiurgo (Δημιουργός, 30a y ss.). El Demiurgo dispuso todo de la mejor manera. ¿Y el tiempo? En el mentado pasaje se afirma lo siguiente:

Pero dado que la naturaleza del mundo ideal es sempiterna y esta cualidad no se le puede otorgar completamente a lo generado, procuró realizar una cierta imagen móvil de la eternidad y, al ordenar el cielo, hizo de la eternidad que permanece siempre en un punto una imagen eterna que marchaba según el número, eso que llamamos tiempo [κατ᾽ ἀριθμὸν ἰοῦσαν αἰώνιον εἰκόνα, τοῦτον ὃν δὴ χρόνον ὠνομάκαμεν]. Antes de que se originara el mundo, no existían los días, las noches, los meses ni los años. Por ello, planeó su generación al mismo tiempo que la composición de aquél (37d – e)[4].

 

Aquello que llamamos tiempo, por tanto, ha sido ordenado y generado por el Demiurgo. No resulta extraña la primera frase del pasaje consignado in supra: Las Formas platónicas parecen ser eternas. Ahora bien, el adverbio que nuestro autor utiliza para designar la “eternidad”, ἀεί, puede ser interpretado de diversas maneras[5]: 1) o bien, como adverbio propiamente temporal, refiere a la duración; 2) o bien refiere a la eternidad por medio de un presente sin duración. Esta última concepción puede hallarse, por ejemplo, en Agustín de Hipona (Conf. XI.11.13) o incluso, posteriormente, en Boecio (Cons. Phil. V.6). Como afirma Ilievski (2015: 7): “Cualquier infinito con sugerencias temporales […] ha de llamarse más propiamente perdurabilidad [everlastingness] o sempiternidad [sempiternity]”. A partir de esta breve digresión filológica cabría entonces preguntarse, ¿cuál es el uso platónico del término en el pasaje citado?

La solución que propone Sorabji nos parece sensata: (1983: 112) “Platón no decidió entre hacer a la eternidad atemporal o darle una duración perdurable”. Los intérpretes aun no encuentran acuerdo en este aspecto, y este es un problema que permanece abierto en el marco de los estudios platónicos. Sea como fuere, interesa sobre todo remarcar cuál era la concepción de nuestro autor acerca de este extraño concepto: imagen móvil de la eternidad, con independencia del sentido que decidamos otorgarle a “eternidad”. “El tiempo –continúa Platón– nació con el universo […] A pesar de que ya el demiurgo había completado todo lo demás en lo que atañe a la similitud con aquello a lo que se asemejaba […] el universo todavía no poseía en su interior todos los animales generados” (38c – 39e). El tiempo nació cuando los movimientos celestes entraron en relación mutua con los movimientos anímicos, de los seres naturales[6].

Pasemos ahora a considerar las reflexiones aristotélicas acerca del tiempo. El tratamiento de Aristóteles sobre este concepto puede hallarse en Física IV (10 – 14, 217b 29)[7]. Esta es una pieza clave dentro del pensamiento del Estagirita y, al mismo tiempo, “[…] configura un texto clásico dentro de la historia de la filosofía en general” (Vigo, 2012: 233). Aristóteles trata, al comienzo de 217b 29, algunas aporías[8] sobre la existencia y la naturaleza del tiempo. Toma en cuenta la posibilidad de que el tiempo no existiese en verdad. Son tres las aporías que dan cuenta de lo dicho; a saber: 1) “Argumento a partir de la irrealidad del pasado y futuro”; 2) “Argumento a partir de la relación todo – partes”; 3) “Dilema de la identidad y alteridad del ‘ahora’”.

El tiempo se constituye por pasado, que ya no es; futuro, que todavía no es; y presente, que se manifiesta bajo la forma del ahora (τὸ νῦν), con lo que no puede ser considerado propiamente una parte del tiempo, sino solo un desvanecer constante y permanente. Si las partes del tiempo parecen no existir, entonces podemos concluir que el tiempo en sí mismo, tampoco existe (Berti, 2010: 27; Sorabji, 1983: 8). Pero Aristóteles realiza una inteligente objeción a lo dicho: el momento presente, τὸ νῦν, es como un punto en una línea. No puede existir un límite sin que exista algo limitado; por lo tanto, el tiempo ha de existir. Este mismo problema reaparece en las Confesiones de Agustín de Hipona varios siglos después con soluciones alternativas.

Habiendo planteado la cuestión acerca de las dificultades referentes a la existencia del tiempo, Aristóteles pasa ahora a considerar la cuestión de su naturaleza (en griego, φύσις), no sin antes examinar las “concepciones tradicionales” de pensadores anteriores. Este es un procedimiento típico de la filosofía aristotélica –lo encontramos representado de manera paradigmática, por ejemplo, en Metafísica I.1. Son dos las doctrinas examinadas por nuestro pensador, al menos de manera explícita[9]; a saber:

    1. “[…] algunos afirman que el tiempo es el movimiento de la esfera celeste” (218a 34). Platón identifica, a ojos de Aristóteles, el tiempo con el movimiento circular de los cielos. Contra la concepción platónica del tiempo, expuesta en Timeo y analizada en la primera porción de este trabajo, Aristóteles afirmará lo siguiente: “[…] si los mundos fueran múltiples, el tiempo podría ser, indiferentemente, el movimiento de cualquiera de ellos, de suerte que habría simultáneamente muchos tiempos” (218b 1 – 5). Por lo tanto, Aristóteles niega que sea posible identificar, como hizo Platón, al tiempo con el movimiento.
    2. “[…] otros, en cambio, que es la esfera misma” (218b 1). Aristóteles afirma que esta posición es lo suficientemente ingenua como para que no sea necesario ofrecer argumentos que pretendan refutarla. Esta segunda posición muy posiblemente tenga orígenes pitagóricos o incluso órficos (Cf. Vigo, 2012: 239).

El tiempo, por lo tanto, no puede identificarse con el movimiento; empero, también es cierto que no puede haber tiempo sin movimiento: “Entonces el resultado al que llegó Aristóteles es el siguiente: el tiempo no es movimiento, pero no existe tiempo sin movimiento” (Berti, 2010: 29). El tiempo, por lo tanto, no ha de ser algo absoluto, como pensaba Platón, sino relativo al movimiento[10]. De lo dicho surge la famosa definición aristotélica del tiempo (219b 1 – 2): “número del movimiento según lo anterior y lo posterior” (ὁ κρόνος ἀριϑμὸς κινήσεως κατὰ τὸ πρότερον καὶ ὕστερον).

El tiempo, como el movimiento, es un continuum, de tal manera que no ha de ser comprendido como la sucesión de instantes ubicados uno al lado del otro. Vigo afirma, en relación con este supuesto básico, lo siguiente: “En atención al papel fundamental que juega en ella [en la naturaleza] la asunción de continuidad, puede decirse, sin exageración, que la física aristotélica es como tal una física del continuo” (2007: 96)[11]. El instante, τὸ νῦν, funciona como un límite del tiempo (no es, propiamente hablando, una parte). Percibir el tiempo implica, para Aristóteles, percibir la distancia que separa a dos límites. Como afirma Berti, “[…] delimitar una parte, un segmento, significa numerar, medir”. (Berti, 2010: 29).

Medir es numerar el movimiento, mesura del movimiento (ἀριϑμὸς κινήσεως) según lo anterior y lo posterior: “Lo anterior y lo posterior son los dos instantes que tenemos aislados para limitar el intervalo de tiempo” (Berti, 2010: 29 – 30). En contra de lo que podría sugerirnos el sentido común, el presente no es, como indicamos con anterioridad, una parte del tiempo. En la línea temporal AB no hay infinitos instantes, sino un lapso de tiempo indivisible (es decir, continuo). Aristóteles dirá, en IV 11, que al referir a “número” de movimiento hay dos sentidos en los cuales puede ser entendido este concepto: 1) como lo numerable, o 2) como aquello por medio de lo que se numera (numerado). Es el primer sentido el que se adecúa a su definición. Así, cuando decimos que el tiempo es número del movimiento, lo numerado es la magnitud, el lapso entre los dos ‘ahoras’, el anterior y el posterior: “Por lo tanto no podemos identificar tiempo y movimiento de manera absoluta, sino solo en tanto que el movimiento comporta número, es decir, en tanto que es numerado” (Vidal Arenas, 2015: 328).

A fin de complementar el desarrollo de la concepción aristotélica, decidimos incluir una breve referencia a la recepción que la misma ha tenido en la obra de Martin Heidegger[12]. En Ser y tiempo (Rivera, 2023), una de las obras más importantes de toda la filosofía contemporánea, Heidegger retoma algunos de los planteamientos aristotélicos. En el último capítulo de la obra (§ 78 – 83), titulado “Temporeidad[13] e intratemporeidad como origen del concepto vulgar del tiempo”, el pensador alemán confronta su propia concepción con el concepto vulgar de tiempo. El término vulgar –en alemán, vulgär– no ha de ser leído con connotaciones peyorativas, sino más bien como significando, más bien, la concepción común y corriente del concepto de tiempo.

Pero, ¿qué quiere decir Heidegger al hablar del concepto vulgar de tiempo? Simplemente, aquel concepto con el cual nos manejamos en la vida cotidiana. El autor alemán retoma aquí aquello que Agustín de Hipona ponía ya de manifiesto (2023: 420): contamos con el tiempo, lo damos por sentado, pero no tenemos de este una comprensión existencial (Rivera y Stuven, 2015: 158). Esta concepción vulgar del tiempo es caracterizada como databilidad, una estructura aparentemente obvia de la que no dudamos demasiado. Utilizar categorías temporales no equivale, desde luego, a saber, qué sea el tiempo: “Pero que todo ello se refiere al 'tiempo' mismo, cómo sea posible esto y qué signifique "tiempo", no queda conceptualizado en la comprensión 'natural' del 'ahora'” (2023, 420). Los entes se encuentran colocados en el tiempo, pero el fundamento del mismo escapa enteramente a su comprensión

Este concepto vulgar que hemos esbozado brevemente es, de acuerdo con Heidegger, el tiempo tal y como lo concebía Aristóteles, ἀριϑμὸς κινήσεως κατὰ τὸ πρότερον καὶ ὕστερον. Siguiendo la definición esbozada en la Física, diremos que lo que nos permite usar el tiempo es concebirlo como un lapso entre dos instantes. El tiempo es, bajo esta concepción, medida, sucesión, “[…] lo que se mide con el reloj” (Berti, 2010, 24). La interpretación heideggeriana de la definición del Estagirita, por lo tanto, es doble. Por un lado, considera que Aristóteles no llega a la auténtica concepción de lo que es el tiempo, sino que solo analiza su aspecto vulgar. Empero, por otro, cree que los autores que vinieron más tarde se basaron en la concepción aristotélica al hablar del tiempo, con lo que su influencia difícilmente pueda exagerarse.

Este breve tratamiento de algunos comentarios de Heidegger a la obra de Aristóteles tan solo da cuenta de la enorme influencia que el pensador griego ha tenido sobre el autor alemán, e incluso sobre Occidente todo. Si Heidegger fue justo o no con el Estagirita en el examen de sus posiciones es una cuestión en la que no deseamos entrar en el presente texto. Llegando al final de nuestra labor, esperamos haber cumplido con nuestro cometido, proporcionado una imagen somera, aunque exacta, de las concepciones del tiempo afirmadas por Platón y Aristóteles. Nuestro trabajo es, necesariamente, parcial, dada la vastedad de los estudios platónicos y aristotélicos. Creemos, sin embargo, que este es un buen punto de partida para investigaciones subsiguientes que inquieran en mayor profundidad algún aspecto del tema tratado.

 

   

Referencias

Agustín de Hipona (2021). Confesiones. Trad. Magnavacca, S. Buenos Aires: Losada. Aristóteles (1936).

Aristotle´s Physics. A revised text with introduction and commentary (Trad. Ross, W.D.). Oxford: Oxford University Press.

Aristóteles (2012). Física. Libros III – IV. Trad. Vigo, A. Buenos Aires: Editorial Biblos.

Berti, E. (2010). Ser y Tiempo en Aristóteles. Trad. Perkins, P. Buenos Aires: Editorial Biblos. Paideia Fenomenológica.

Burnet, J. (1962). Platonis Opera IV. Oxford: Oxford University Press.

Copleston, F. (2004). Historia de la filosofía I. Grecia y Roma. Trad. García de la Mora, J.M.; García, J.C. Barcelona: Editorial Ariel.

Cordero, N.L. (2005). Siendo, se es. La tesis de Parménides. Buenos Aires: Editorial Biblos.

Cornavaca, R. (2008). Fragmentos I. Trad. Cornavaca, R. Buenos Aires: Losada.

Crombie, I.M. (2013). An examination of Plato´s doctrines I. Abingdon: Routledge.

Diggle, J. (Ed.) (2021). The Cambridge Greek Lexicon (ab. CGL). Cambridge: Cambridge University Press.

Ferrater Mora, J. (1999). Diccionario de filosofía. Barcelona: Editorial Ariel.

Gotthelf, A. (1999). Darwin on Aristotle. Journal of the History of Biology 32, 3 – 30.

Guthrie, W.K.C. (1992). Historia de la filosofía griega V. Barcelona: Editorial Gredos

Heidegger, M. (2018). El ser y el tiempo. Trad. Gaos, J. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Heidegger, M. (2023). Ser y tiempo. Trad. Rivera, J.E. Madrid: Editorial Trotta.

Ilievski, V. (2015). Eternity and time in Plato´s Timaeus. Živa Antika 65, 5 – 22.

Platón (2014). Timeo. Trad. Lisi, F. Barcelona: Editorial Gredos.

Rivera, J. E. Stuven, M.T. (2015). Comentario a Ser y tiempo de Martin Heidegger. Vol. III. Segunda Sección. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile.

Sorabji, R. (1983). Time, creation and the continuum. Theories in Antiquity and the Early Middle Ages. London: Duckworth.

Vailati, E. (1997). Leibniz and Clarke: A Study of Their Correspondence. Oxford: Oxford University Press.

Vidal Arenas, J. (2015). La concepción del tiempo en Aristóteles. Byzantion Nea Hellás 34, 323 – 340.


NOTAS:

[1] Así, por ejemplo, Heráclito de Éfeso (acmé ca. 504/1) afirma en su fragmento 52 (Cornavaca, 2008, Pág. 220–221): αἰὼν παῖς ἐστι παίζων, πεσσεύων· παιδὸς ἡ βασιληίη (El tiempo vital [αἰὼν] es un niño que juega tirando los dados; el reino de un niño). Parménides de Elea (nac. ca. 544/1), por otro lado, en su poema Sobre la naturaleza (Περὶ Φύσεως) dirá (Cordero, 2005: 220): “Ni fue ni será, sino que es ahora, completamente homogéneo, uno, continuo. ¿Qué génesis le buscarás?” (fragmento 8).

[2] Decimos principalmente dado que sería posible rastrear reflexiones acerca de este concepto en diversos diálogos platónicos. Así, por ejemplo, podemos encontrar discusiones sobre el tiempo en algunos pasajes del Alcibíades I (106e; 110c), donde Sócrates refiere a un tiempo de la ignorancia. Sin embargo, tal y como sugiere Ferrater Mora, sus reflexiones distan mucho de ser sistemáticas.

[3] Puede verse una cronología aproximada en Guthrie (1992: 258) o Crombie (2013: 1 – 14).

[4] Las cursivas son nuestras. Seguimos la traducción de Francisco Lisi para Gredos (Pág. 306). Para los fragmentos del texto griego nos hemos basado en la edición clásica de J. Burnet (1962).

[5] Cf. Ilievski (2015: 6). De acuerdo con Cambridge Greek Lexicon (2021: 22), ἀεί puede adquirir tres sentidos; a saber: 1) siempre, para siempre; 2) continuamente, incesantemente; 3) en cada caso.

[6] Platón dedica gran parte del diálogo a relatar con lujo de detalle la manera en la cual el Sol, la Luna y los planetas fueron creados para marcar el paso del tiempo. El autor no está afirmando, como a veces se ha sugerido, que el movimiento de los astros genere los mismos períodos de tiempo (esta es la misma doctrina que Agustín de Hipona critica de una forma muy virulenta en Conf. XI). Esto implicaría una teoría “absolutista” acerca del tiempo (Crombie, 2013: 208). El autor considera, en cambio, que primero se crea el tiempo, y luego el movimiento de los astros marca con precisión el fluir del mismo.

[7] Al igual que Platón, Aristóteles trató el tema en diversos textos a lo largo de su vida. En varias porciones de la Metafísica encontramos referencias a este tópico. Un estudio excepcional del tema puede ser hallado en Berti (2010: 43 y ss.). El filósofo italiano intenta mostrar cómo es posible hallar alusiones al tema del tiempo en pasajes de la Ética, la Poética, la Retórica, entre otras obras. En el caso de Aristóteles, seguimos la traducción de Alejandro Vigo para Editorial Biblos (2012). Para el texto griego seguimos a la edición oxoniense, ya clásica, de Ross (1936).

[8] Recordemos que el término ἀπορία refiere a una dificultad o problema (CGL, 2021: 195). En el pensamiento de Aristóteles, particularmente, el vocablo implica un punto de partida que genera perplejidad en el investigador.

[9] Este examen, como suele ocurrir en la mayor parte de relatos históricos de los autores clásicos, no ha de ser considerado como una narración verdadera, sino solo como una somera aproximación. Aristóteles, al igual que Platón, era principalmente filósofo, e historiador solo de manera secundaria.

[10] Esta es una concepción que sería retomada, por ejemplo, por Leibniz (1646 – 1716). En su extensa polémica con Clarke (Vailati, 1997), el pensador alemán defendió una concepción relacional del tiempo, remitiéndose, al menos en este aspecto, a la posición aristotélica. Para la mecánica newtoniana, en cambio, el espacio y el tiempo son entidades absolutas, independientes de cualquier variable externa a ellos mismos. La intuición darwiniana de que los grandes genios parecen simples niños comparados con Aristóteles queda, una vez más, ante estos episodios históricos, confirmada (Gotthelf, 1999: 3).

[11] Que el tiempo sea continuo implica que puede tomar cualquier valor dentro de un intervalo determinado. Es aquello que puede dividirse infinitamente (Fisica III 1, 200b18). Una variable discreta, en cambio, tan solo puede tomar algunos valores. Este supuesto aristotélico ha tenido una fuerte impronta en Occidente. Recién en la física contemporánea, con el advenimiento de la cuántica –iniciada por M. Planck– hallamos modelos explicativos que cuestionan este hondo planteamiento aristotélico.

[12] Somos conscientes de que, al incluir las palabras subsiguientes, nos desviamos del propósito principal del presente texto. Sin embargo, nuestro interés por la vida y obra del autor alemán nos demanda una breve alusión a algunas de sus apreciaciones de la obra del discípulo de Platón.

[13] José Gaos (2018) traduce “Zeitlichkeit” por temporalidad, en vez de temporeidad.

 

Universidad de Guadalajara
Departamento de Filosofía / Departamento de Letras